La eterna juventud de Luka Modric

Un gigante se elevó sobre los demás en la victoria del Real Madrid sobre el Borussia Moenchengladbach, partido que dejó a la gente pensando. Fue una actuación soberbia, de equipo engrasado, sin fisuras apreciables en todos los aspectos del juego, presidido por la jerarquía de los jugadores que habían despertado graves sospechas frente al Alavés y el Cádiz. Tampoco fue la versión eficaz, sólida y sin demasiado brillo que se impuso al Sevilla cuatro días antes. El Madrid funcionó como si nada malo le hubiera ocurrido desde que ganó la Liga. Al frente de esta edición de lujo, un futbolista de magnitud histórica: Luka Modric.

Modric gobernó con autoridad, elegancia, inteligencia y un despliegue impropio de su edad. Con 35 años, los grandes futbolistas tienden a reservar sus energías y aplicar su talento en lugares algo más cómodos que en el cénit de sus trayectorias. El desgaste no les impide demostrar su categoría, pero generalmente su contribución se dosifica. Pesa sobre ellos la inexorable ley de la naturaleza.

El caso de Modric resulta excepcional. Después de un recorrido profesional que se acerca a los 20 años y le ha permitido ganar el Balón de Oro y cuatro Copas de Europa, su influencia en el Real Madrid es enorme, casi exagerada, más aún en una posición de extrema exigencia. En términos clásicos, es un interior derecho, el volante mixto que dirían los argentinos. A diferencia del medio centro y del interior izquierda (de características más defensivas uno, de ataque el otro), al interior derecho le corresponden grandes obligaciones defensivas y también ofensivas.

En el puesto que ocupa en el Real Madrid (en la selección croata tiene menos compromiso defensivo), Modric se obliga en cada partido a un esfuerzo titánico. Socorre al lateral por un lado y Casemiro por otro, alcanza posiciones de ataque cercanas al área rival, o dentro si es necesario, y en su caso añade una cualidad rarísima de ver en el fútbol: dispone de la calidad técnica y estratégica del mejor mediocentro posible y del mejor volante de ataque que pueda imaginarse.

Modric se dispone a centrar en el partido de la Champions ante el Moenchengladbach.AFP7 vía Europa Press

El pack Modric es completo por su variedad y grandeza de recursos, un jugador sensacional por su rendimiento y admirable por su ejemplar discreción. En el Madrid se le echará de menos como a muy pocos cuando le llega el momento de la retirada, fecha que no aparece en el horizonte a la vista de su imponente contribución al equipo.

Sin perder un gramo del talento que le convirtió en uno de los mejores centrocampistas del planeta, Modric cumple hasta la extenuación con todos los requisitos atléticos que requiere su puesto en el equipo. Frente al Borussia Moenchengladbach, o en Sevilla, recorrió todos los metros y más que el equipo necesitaba, recorrido siempre sostenido por su habilidad para detectar las situaciones favorables, evitar las desfavorables y decidir con una precisión clínica.

Su partidazo redondeó una fenomenal noche del Real Madrid, que mejoró extraordinariamente las expectativas, poco prometedoras hasta hace bien poco. Lo hizo en un partido crucial, con naturalidad y brillantez. Aplastó al Borussia con rigor y pie de seda. Dejó para el próximo futuro, para el partido contra el Atlético, una cuestión por resolver: su alergia al esfuerzo cotidiano, al día a día, que es lo que significa la Liga. En esa asignatura contará con la ayuda de un maestro. En los buenos y en los malos tiempos, Modric nunca se detiene.

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