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El Tour, los vatios, el ciclismo-control...

Mientras LaLiga termina de ponerse en marcha, la mirada se me va inevitablemente hacia el Tour, que estos días nos trae a la pantalla ese inmenso jardín vecino que es Francia. Me gustan el ciclismo y el Tour desde que tengo uso de razón, pero hay días, y uno fue el de ayer, en que termino preocupado. Un recorrido magnífico, con dureza extrema, un ritmo altísimo, el ganador de la última edición hundido... Todo para que al final los dos aspirantes se jugaran la bonificación al esprint. El dominio del Jumbo provocó eso. El Jumbo ha copiado la estrategia del Ineos, dedicándose a fichar vatios para organizar un ciclismo-control.

No me gustan los potenciómetros, como no me gustan los pinganillos. No me gusta ese ciclismo-control, que temo que le pueda hacer al ciclismo tanto daño como le hizo al calcio la devoción extrema por la táctica. Una de las claves del ciclismo era la capacidad del ciclista para medirse, para relacionarse con sus sensaciones, para decidir, graduar su esfuerzo, arriesgar... Ahora corren atentos a su potenciómetro (el caso de Froome es paradigmático) y los equipos no fichan ciclistas sino vatios, encadenan corredores que aporten los suficientes para desnaturalizar una etapa reina. Como hacía el Ineos, como hizo ayer el Jumbo.

Así, me parece que un Tour se puede perder por un abanico, por una caída, por un mal día. Pero no sé si se puede ganar, o si el que lo gana lo que hace es empatarlo, empatar en realidad con sus vatios. Ya sé que me dicen que es una mejora tecnológica. Claro. Y lo sería más meter motor, y tendríamos una moto. Y de paso, poner dos ruedas más y ya sería un coche. Una cosa es agradecer la técnica (yo vi la etapa de ayer en viaje desde la playa, en la tableta, mientras conducía mi mujer) y otra caer en la tecnolatría y permitir que esta degenere un espectáculo hermoso basado en la idea en sí irracional de dar la vuelta a Francia en bicicleta.