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El arbitraje y las novedades del curso

El Comité Arbitral explicó ayer las nuevas directrices para la temporada que comienza, que no vienen a ser sino otra vuelta de tuerca a conceptos simples que no va a servir más que para aumentar confusión. El Reglamento era, en su origen, simple y bastaba el buen sentido de los árbitros para que los partidos transitaran por él. En su inteligibilidad estaba su éxito. El sentido del juego se ha transmitido durante siglo y medio de padres a hijos, o de abuelos a nietos, y los mejores árbitros fueron los que desarrollaron el instinto preciso para no perderse en vericuetos. Autoridad, reflejos, apego al juego y sentido de la justicia. Eso se exigía.

De un tiempo acá, aparte de toquetear cosas contra las que no estaba nadie (como el saque de centro) ha entrado en los que dirigen esto, y no hablo solo desde España, una fiebre adanista por precisar lo imprecisable. Así que pretenden catalogar el espacio infinito de variantes en las manos involuntarias, en la frontera difusa entre juego peligroso y violento, le dan vueltas a un pie del portero o dos en la raya, o quizá si el balón va fuera... En lugar de fiarlo todo al buen instinto del buen árbitro, pretenden crear un catálogo infinito e imposible que sirva para robotizarles y para que el VAR encaje. Pero el VAR es un zapato que al fútbol no le cabe.

Seguro que lo hacen con la mejor intención, pero ya se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones. A los árbitros les lían, les cambian la forma en que aprendieron el oficio, y cada año se corrige alguna pijadita (o no tan pijadita, recuerden las expulsiones por patadas al talón) que les ayuda a enredarse. Y un sarcasmo: tras lo de ayer Velasco Carballo tuvo después una charla con los entrenadores: “Queremos escucharles. Nos pueden ayudar a mejorar”, dijo. Les podrían ayudar mejor si les hubieran llamado antes, no después. Y les habrán ayudado de verdad si le han dicho a Carballo lo mismo que comentan en privado.