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El triunfo del Tour es el triunfo de todos

Ya saben: el Tour se acostó el lunes con los dedos cruzados. Todos los miembros de la caravana pasaron la PCR y sobre la carrera podía pasar una guadaña. Bastaba con que cualquier equipo tuviera dos positivos (y eso incluía a toda la formación, no sólo corredores, también a técnicos, auxiliares, mecánicos, unos 30 en total...) para que el grupo entero fuera excluido. Pero sólo se dieron cuatro casos, en otros tantos equipos diferentes, y ninguno de ellos se debió a un corredor. También cayó el director de la prueba, Prudhomme, lo que no deja de ser un cante, pero había evitado al extremo el contacto con el pelotón por razones que luego se explican.

Es todo un éxito que el Tour haya pasado esta prueba. El ciclismo es diabólico para esto. Pensemos que los corredores van revueltos, todos con todos, durante cuatro horas, hiperventilando, charlando. Pensemos también que la caravana la componen 3.000 personas, que cada día cambian de hotel. En su día mereció elogios la Vuelta a Burgos, pionera, que montó una burbuja impenetrable que le permitió terminar sin positivos. Pero cada día volvían los equipos al hotel de la noche anterior, porque las distancias lo permitían. Ahora este tumulto recorre cada día un trecho del mapa de Francia, cena y duerme cada día en un sitio.

Esto significa que están haciendo las cosas bien. Y si ellos pueden hacerlo, es que se puede. El deporte sirve como ejemplo y en este caso concreto para combatir la pandemia. Como dijo Nelson en Trafalgar: “Inglaterra sólo espera que cada cual cumpla con su obligación”. En el Tour cada cual está cumpliendo con su obligación, de ahí que la caravana siga. Sólo eso tenemos que hacer todos: ser cuidadosos. Respecto a Prudhomme, su trabajo le obligaba a contactos, cenas, atenciones protocolarias (el sábado llevó en su coche al primer ministro, Jean Castex, durante toda la etapa) que le exponían a riesgos de continuo. Por eso evitaba al pelotón.