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El nicho del ciclismo

La temporada de ciclismo 2020 ya ha arrancado. Sin mucho ruido. Como de costumbre, el World Tour comenzó a rodar en el Down Under australiano, con victoria del veterano Richie Porte, y el programa europeo se estrenó en la Challenge de Mallorca, donde llegó el primer triunfo español del curso a través de Marc Soler. También se ha celebrado la Vuelta a San Juan, en Argentina, con exhibición, a sus 20 años, de la nueva perla del futuro: Remco Evenepoel. Sólo los aficionados más devotos han seguido estas primeras carreras, aquellos que están pendientes del calendario íntegro, los mismos que, normalmente, aplauden la competición sin ondear ninguna bandera, por el placer de un deporte que les encandila. Hay adeptos así en todas las disciplinas. Últimamente se les llama nichos.

Algunos más llegarán con las carreras de primavera. Otros se asomarán en mayo, con el Giro. Y la mayoría no desembarcará hasta el verano, con el Tour y la Vuelta. Las grandes tienen asegurada una fidelidad. El resto, no. Para que esa afición crezca, más allá del nicho, vendría bien que algún joven valor español eclosionara por fin este año. En otros países lo han hecho. Hemos citado a Evenepoel. También está Van der Poel. Y Pogacar. Y, por supuesto, Egan Bernal, que ya luce un Tour. España puede llevarse alguna alegría de Alejandro Valverde, ojalá que en los Juegos de Tokio, pero no puede depender de un ciclista de 39 años. Y quizá de Mikel Landa, aunque ya ha cumplido los 30. El salto deben darlo Enric Mas y el propio Soler, como esperan en el Movistar. O Aranburu. O Rodríguez. O Elosegui. En ellos cae la responsabilidad de evitar una travesía por el desierto. Sólo con frescura, y con una esperanza de relevo, se podrá despertar al aletargado público español. Y también al patrocinador. Aún mejor si no viene acompañada de casposos aplausos al pasado, como ocurrió hace poco con Roberto Heras.