La Davis, Piqué y el convenio femenino

En los días previos a la visita del Barcelona a Leganés, fue creciendo el runrún mediático acerca del supuesto cansancio de Gerard Piqué por su ir y venir a Madrid. El culé es el impulsor del nuevo formato de la Copa Davis de tenis, que tuvo su estreno en la Caja Mágica de la capital. Se daba por hecho en gran parte de la opinión pública que una actividad así no es compatible con el obligatorio descanso que exige su condición de futbolista profesional.

Hay cierta verdad en esta preocupación, pero estamos hablando de un jugador muy experimentado, que lo ha ganado todo y con una personalidad e inteligencia contrastadas. Es decir, no hay por qué dudar de la planificación que, seguro, él mismo previamente habrá hecho del esfuerzo que le supone esta labor empresarial y el reparto del descanso a lo largo de la semana previa a un partido de Liga. Así también lo habrá entendido su entrenador, al que el defensa afirma haber mantenido informado de esta actividad extraordinaria, aunque fuera llevada a cabo durante su tiempo libre. La polémica ha existido porque este tiempo libre ha sido televisado, pero no será muy diferente a los esfuerzos fuera de los focos a los que Piqué habrá dedicado muchas horas diarias en los últimos meses, con reuniones y viajes, para conseguir que esta Davis viera la luz.

Gerard Piqué, detrás de Toni Nadal y junto a Puyol, en la Copa Davis.JAVIER GANDULDIARIO AS

Me viene bien este ejemplo para hablar del entrenamiento invisible, que es algo que se empieza a inculcar desde muy joven a todo jugador. Se trata de todo aquello que se hace cuando no se está vestido de corto, es decir, la mayor parte del día. El ocio, el descanso y, por supuesto, la alimentación deben depender siempre de la preparación deportiva, estar todo supeditado a ésta y que nada de lo que haces fuera del fútbol la perjudique. En otras palabras, el futbolista lo es las 24 horas del día y así se tiene que comportar. Es una actitud, no sólo una condición circunstancial.

Y, a su vez, esto me viene bien para hacer una reflexión de otro tema de actualidad. Se desbloqueó finalmente la huelga del fútbol femenino al alcanzarse un acuerdo entre clubes, federación y jugadoras para firmar el nuevo convenio colectivo. Aprovecho para felicitar a mis compañeros de AFE por su buen trabajo para lograr los objetivos de las futbolistas.

El convenio instaura unos mínimos en derechos laborales y sueldo que hacen que esta competición pueda ser considerada profesional. No comparto, por populista y facilón, el argumento de que se debe igualar totalmente la situación del fútbol femenino con el masculino, que tiene un seguimiento masivo a años luz del resto de deportes. Daría para otro artículo, pero, resumiendo, creo que son dos disciplinas deportivas hermanas, aunque, a la vez, completamente diferentes. Comparto que haya que promocionar y apoyar institucionalmente el deporte femenino para contrarrestar el ostracismo de décadas. Y, como peleaban las futbolistas, que se implanten unos mínimos de dignidad y seguridad laborales, que para eso ya hay estructura de sobra en el fútbol femenino actual. Y si hay clubes modestos que no están preparados, pues que se ayuden entre clubes dentro de la patronal para cumplir con estos mínimos.

Para acabar, y a lo que iba, lo que menos me ha gustado del convenio femenino es que se fije la cotización al 75% de la jornada laboral. Es un progreso, porque hasta ahora los contratos profesionales, cuando los había, se firmaban como una ocupación a media jornada, es decir, cotizando al 50%. Pero si hay voluntad real de profesionalizar completamente la élite del fútbol femenino en nuestro país, lo primero que hay que reconocer es que se trata de una actividad absorbente que ocupa la jornada laboral completa de las jugadoras. Su entrenamiento invisible es igual de necesario que el de Piqué. Y los entrenamientos, viajes y concentraciones se programan cualquier día del calendario sin importar fines de semana o festivos. Así que o 100% de cotización o las futbolistas seguirán estando infravaloradas como deportistas profesionales.

Carlos Matallanas es periodista, padece ELA y ha escrito este artículo con las pupilas.

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