Muguruza sigue en el pozo
Hace 17 días titulé esta columna: ‘Muguruza vuelve del pozo’. Utilicé el verbo volver, y no el verbo salir, porque ese siguiente paso depende exclusivamente de su actitud en la pista y de su mejoría en el juego. La hispano-venezolana ha disputado desde entonces dos partidos, y los dos los ha perdido. El primero fue ante Madison Keys en Cincinnati, donde su rival terminó levantando la copa. Garbiñe ganó el set inicial en el tie-break, cedió el segundo en otro desempate, y vendió cara la derrota. El segundo nos lleva a su debut en el US Open, donde cayó ante Alison Riske, de 29 años y 36ª del mundo, que remontó el 6-2 inicial que le endosó la caraqueña, con dos parciales rotundos: 6-1 y 6-3. “Me siento competitiva”, dijo luego en la sala de prensa, donde compareció triste, pero no hundida como hace dos meses en Wimbledon.
Es obvio que Muguruza sigue en el pozo, porque todavía no ha ganado y porque dos derrotas en primera ronda no son los resultados que se esperan de una tenista que ha elevado dos trofeos del Grand Slam. Después de Wimbledon tomó medidas y rompió con su entrenador, Sam Sumyk, el mismo que la condujo al número uno de la WTA, pero también el que fue incapaz de hacerla progresar. A ese pozo cayeron los dos juntos. Ahora está asesorada por Anabel Medina, pero compite sin entrenador, no tiene prisa. Su actual situación puede verse de dos formas. Como una jugadora que continúa en caída libre, sin encontrar soluciones. O como una tenista que empieza a mostrar brotes verdes y a remontar anímica y técnicamente. Sólo de ella depende la disyuntiva. De momento sigue en el pozo, pero no se ha ahogado.