Muguruza vuelve del pozo

Garbiñe Muguruza regresa esta semana a la competición en Cincinnati. La última vez que jugó un partido oficial, el 2 de julio, sufrió una incomprensible derrota ante la brasileña Haddad Maia, entonces número 121, en la primera ronda de Wimbledon. En la pista se vio a una Garbiñe desesperada, impotente, descentrada... En la rueda de prensa posterior, esas emociones se transformaron en tristeza. “Voy a parar y jugaré otra vez cuando tenga ganas”, anunció con los ojos enrojecidos. Había tocado fondo. Después de haber ganado dos grandes, Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017, y de haber ocupado el número 1 mundial durante cuatros semanas, la hispano-venezolana inició una cuesta abajo, con sonoros petardazos ante jugadoras de peor ranking, que la condujo a esta situación. Ahora es la 28ª tenista de la WTA.

Una semana después, Muguruza anunció su ruptura con su entrenador, Sam Sumyk, que en cuatro años de relación la llevó a lo más alto del escalafón, pero luego no supo mantenerla en ese nivel, ni evolucionó su juego, ni frenó su inestabilidad emocional... Sumyk ha sacado lo mejor de Garbiñe, cierto. Pero también lo peor. Y se ha hundido en el pozo junto a ella. Las peloteras públicas que protagonizaron en diferentes torneos, a veces con insultos por medio como aquel famoso “que te jodan”, se viralizaron en páginas web y en redes sociales. Muguruza ha entendido por fin que necesitaba un cambio, un revulsivo que le señale el camino para exprimir sus inmensas cualidades de tenista. De momento vuelve sin entrenador, aunque acompañada por Anabel Medina. Esperemos que con ilusiones renovadas. Y con la lección aprendida.