Gerard y Darder, pincel y acuarela para el nuevo cuadro del Espanyol

Vuelve a sonreír el Espanyol 40 días después de su último triunfo, de su anterior gol, que ya es decir. En tiempo récord ha superado su hartazgo la afición, que en Montilivi volvió a exhibir sus bufandas al viento, señal de que algo al fin ha cambiado. Se sospechaba hasta hace dos días que podía estar muerto el Espanyol, agotado, sin reacción ni sobre el césped ni en el banquillo ni mucho menos en los despachos, en una crisis morrocotuda. Pero simplemente dormía un profundo sueño, tan interminable como los 510 minutos sin marcar, tan enorme como el del dragón después de Sant Jordi. Hasta que Gerard Moreno deslizó su caricia sobre esa bella durmiente, el 0-1 ante el Girona, como colofón a un fin de semana que comenzó con un deprimido Quique y termina con un ilusionado Gallego. Sin Flores pero con flor: una rosa que vuelve a brotar en cuanto alguien la ha regado mínimamente.

Esa sonrisa que esboza el Espanyol, que cabría no confundir con la risa imaginaria que atisbó Quique en sus últimos coletazos, no es fruto de un partidazo, nada más lejos de la realidad. Pero sí de una frescura mental que llevaban tiempo los pericos buscando en una chistera vacía. Aguantó los múltiples latigazos de un Girona oficioso, superior en el primer tiempo, que convirtió a Pau en héroe visitante y blanco de las iras locales… Él, que es ‘gironí’. Y tiró de calidad, de la mucha que tiene esta plantilla, para sumar ese triunfo que le da la permanencia. En el primero, a balón parado, a falta de fluidez del 4-3-3. En el segundo, ya con espacios, con una de las pocas grandes acciones de la temporada saliendo desde atrás con balón jugado y culminando. Y, en ambas, con Darder y Gerard, pincel y acuarela para un cuadro que permanecía en un rincón del trastero, y que con tiempo y paciencia puede algún día regresar a la sala de un museo. Primero se confirmó que el Espanyol está vivo. Ahora, que ha despertado. Sigan.

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