Alves y la educación de los futbolistas

Alves. Extraña comparecencia de Dani Alves, despidiéndose y quedándose a la vez en el Barça. Es un síntoma de lo que a veces sucede en el fútbol: a los jugadores les ríen las gracias hasta que las directivas (incluidos los entrenadores) se empiezan a hartar. Un equipo es un equipo, y cuando las manzanas no son más o menos parejas sucede eso, que el equipo chirría. La conferencia de prensa de Alves fue más bien un descargo de conciencia… sobre la cabeza de otros. Se quiso quitar culpas y hacerlas colectivas, y volvió a ser el que era, es decir, el que ha marcado su calidad con el sello del díscolo. Como es bueno, hace lo que quiere. Han debido decirle que pare. Y se lo ha debido decir Luis Enrique. Guardiola le dijo a Etoo que parara; y como no paró, lo echaron.

Educar. Los futbolistas llegan a la competición a medio educar, no en el sentido de la urbanidad sino de las letras mayores. Son muy jóvenes, los maestros que han tenido, en gran medida, han estado en la calle o en la tele; en La Masia, por ejemplo, es seguro que los educan, lo dicen quienes han estado allí, y ese es un modelo que funciona; lástima que los directivos se hayan pasado contratando más allá de lo que les está permitido, contraviniendo normas sobre la edad. Pero, como ha dicho Mascherano, el modelo es bueno. No lo vayan a echar a perder porque haya directivos díscolos.

Masia. Pues si La Masía sirve para educar, pongamos a funcionar masias por todo el mundo del fútbol, y evitemos los desmanes. Volviendo al caso de Alves: Relaño recordó, en la despedida de Puyol, lo que hizo el ya excapitán azulgrana para desactivar una tontería del propio Alves. Éste luego protagonizó un alboroto mundial con el asunto del plátano; ha prodigado en los campos verdaderos prodigios teatrales para hacer más aparatosas sus caídas. Pues una masía, una escuela de educación ciudadana de futbolistas, podía aliviar comportamientos que traspasan la línea de la urbanidad. Parece que Alves ha iniciado la autocrítica. Y es probable, repito, que haya sido Luis Enrique el que se lo ha chivado a la oreja.

Luis Enrique. Al respecto del asturiano, debo contar una anécdota que quizá lo ilustre. Hace años, cuando él estaba en la Selección de Clemente, tuve la ocurrencia de enviarles libros a todos los futbolistas de ese equipo nacional. Me pareció que aquella concentración era una buena ocasión para leer. El único que respondió fue Luis Enrique; me llamó por teléfono, me agradeció los libros y me preguntó por más libros. Su colega Guardiola también era un buen lector. Dejar libros en el vestuario no sería mala cosa para alimentar la educación de los futbolistas, y no sólo la de los díscolos.

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