El empate a cero que hizo más feliz a la hinchada azteca

Kobe Bryant se habrá preguntado, viniendo de un deporte en que las anotaciones son tan comunes como los semáforos, cómo se puede celebrar un cero a cero en un Mundial de fútbol. Instalado en un palco del estadio Castelao de Fortaleza, habrá visto los rostros alargados de un Brasil dispuesto a la fiesta pero poco efectivo para armarla. Pero por contra, las sonrisas mexicanas que invadieron lo más que se pudo un territorio que era más brasileño que nunca. Miles de aficionados aztecas pudieron obtener un boleto para acompañar al Tri en el partido. Cientos se quedaron afuera, en donde hubiera una pantalla donde verlo, pero con el orgullo de haberle vendido hasta el alma al diablo con tal de estar lo más cerca de su equipo. Aunque fuera en la gasolinera de la esquina.

Por primera vez desde el Mundial 86, México repitió alineación íntegra del primero al segundo partido. Y también mantuvo la consistencia: fue ordenado, concentrado, solidario y mordaz. Brasil, que está lleno de magos con liebres tímidas en el sombrero, se topó con dos adversidades: una falta de funcionamiento colectivo alarmante después de repetir tantas veces su once titular -salvo Hulk por lesión- y un arquero que vive en estado de gracia hace tiempo sin que nadie voltee a verlo en el modesto Ajaccio que recién descendió en Francia y que busca un mejor acomodo en Europa. Guillermo Ochoa, en duda hasta la decisión final de la lista de titulares, le hizo a Neymar la atajada del Mundial y otras tres que son de colección. En México, el martes se habrá convertido en domingo. Mientras Bryant se hace preguntas existenciales, el Tri le arranca el primer punto en la historia de los Mundiales a Brasil. Los empates a cero a veces saben a postre.

Francisco J. González es vicepresidente de contenidos de Estadio TV de México y presentador del programa Pasión en TDN Sports.

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