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Carlos Marañón

El Kun y la quimera del bigote

Se juega como se es", dijo una tarde de entrenamiento con la selección colombiana el Pacho Maturana, mirando de reojo las pelucas de Valderrama y René Higuita, una rubia y otra morena, como el chotis. A Sergio Leonel Agüero le han pasado en muy poco tiempo suficientes cosas como para dejar de ser un niño. Internacional, yerno de Maradona y aspirante a su trono, estrella de la Champions, futuro papá y, sin embargo, en el campo, sigue siendo un chaval que goza con el balón. Nadie entiende mejor el juego que un niño, por eso el Kun lo interpreta perfectamente en este Atlético, un equipo pensado para ganar más revoluciones que Ligas.

De acuerdo, Romario era un futbolista de dibujos animados y Lionel Messi es un crack que parece salido del mejor videojuego, pero Jorge Valdano todavía no ha dejado su sentencia definitiva sobre el Kun. Aquí va una, mezcla de su conexión con la sonrisa de los niños y los movimientos traviesos del cine mudo. Hay algo de atávico en sus movimientos, es fútbol de toda la vida traído desde la niñez hasta el estadio de primera mano: Agüero es Charlie Chaplin. El Kun es Charlot. El 10 colchonero arquea las piernas, gira el cuerpo en el área sobre su propio eje sorteando un tartazo, mira de reojo al poli gordo vestido de central de Primera División y mueve la bola como si fuese el bastón del rey de la comedia. Sólo le falta el bigote. Igual se lo deja si el Atleti gana un título.