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Joyas alternativas

Los mejores juegos indie de 2022

En la recta final hacia la elección del GOTY, repasamos grandes sorpresas de la escena independiente. Calidad y cantidad con frecuente originalidad.

Los mejores juegos indie de 2022

Para aquellos que son de jugar a un poco de todo, al margen de nombres de estudios o tamaño de presupuestos, la distinción entre “mejores juegos” y “mejores indies” tiende a ser una cada vez más innecesaria. De hecho, si volvemos a la selección publicada hace un par de días con los candidatos de mejor nota que tienen más probabilidades de llevarse el GOTY de MeriStation, la lista ya contaba con un buen número de juegos con perfil mediático bajo, pero cualitativo muy, muy alto.

Sin embargo, no todos pudieron entrar ahí. Por eso, como ya prometimos entonces, hoy toca un bis. Una segunda selección dedicada solo a indies de gran nivel que merecen tanta atención como los Bayonetta 3, Gran Turismo 7, Mario + Rabbids: Sparks of Hope o The Quarry de turno —por citar solo algunos destacados en el terreno del ocho y pico—, pero que pueden pasar más desapercibidos si no aprovechamos la ocasión de dedicarles unas palabras antes de acabar el año. Así que vamos con ellos. 

Bayonetta 3 no cuenta como indie, aunque a veces parece que lo intenta.
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Bayonetta 3 no cuenta como indie, aunque a veces parece que lo intenta.

Unusual Findings

El otro día pusimos el foco sobre un par de aventuras gráficas excelentes (NORCO y Monkey Island), pero el género dista de quedar ahí y hoy toca abrir con un homenaje constante a los ochenta. Una exploración desbordante de guiños a la cultura popular de esa época que puede apelar tanto a los veteranos —crecidos entre teles de tubo, cintas VHS y los estrenos originales de trilogías como Star Wars o Regreso al futuro— como a los jóvenes que busquen algo con aroma a Stranger Things.

La mención a la serie de Netflix no es algo ni mucho menos gratuito, ya que Unusual Findings no solo suena como un giro a su título, también nos pone al frente de un grupo de niños que investigan la aparición de una amenaza alienígena en una pequeña aldea rural. Tampoco falta música synthwave, un guion lleno de humor que hace énfasis en la camaradería, decisiones que influyen en la relación de los protagonistas y una buena selección de puzles para no vivir solamente de la nostalgia.

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Neon White

No es la primera, ni la segunda o tercera vez que hablamos de Neon White aquí, pero no por nada se ha ganado el puesto como uno de los grandes indies del año, y además ayer mismo llegó a PS4 y PS5, por lo que insistir en sus virtudes resulta oportuno por partida doble. ¿De qué va, entonces? Pues de correr, saltar, disparar a enemigos y llegar al final del nivel. Lo que puede sonar sumamente genérico hasta que descubrimos que casi nada funciona exactamente como en otros juegos.

Porque en Neon White, las armas son cartas que no solo pueden ser recogidas por el escenario y acumuladas en un pequeño mazo desde donde se activan disparos o ataques cuerpo a cuerpo, también pueden ser descartadas para canjearse por técnicas plataformeras como lanzamientos hacia delante o saltos dobles en el aire. Así que el truco consiste en experimentar, rejugar los niveles y averiguar qué y cómo es mejor usar para alcanzar el final lo más rápido posible mientras matamos a todos los demonios repartidos por el camino. ¿Simple? Sí. ¿Adictivo? También, y mucho.

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Temtem

Este año hemos visto el lanzamiento de no uno, sino dos Pokémon. Primero fue el spin-off Leyendas: Arceus, un soplo de aire fresco que bien podría haber entrado en la lista si tuviese algo de indie; después, una generación nueva que distó de salir al mejor nivel e incluso hizo a Nintendo pedir disculpas. Por suerte, no se puede decir que no haya alternativas de calidad, y ahí es donde entra Temtem. Un juego de origen mucho más humilde (nacido en Kickstarter), pero con las ideas claras.

Y es que Temtem nunca esconde que es “otro Pokémon”, pero dedica sus esfuerzos a ser uno lo mejor posible con los medios disponibles. Gráficos coloridos y estilizados, una historia competente para estándares de este subgénero, más de 150 criaturas para cazar y combatir, un componente táctico sustancial en peleas planteadas siempre en clave de dos contra dos, mucho más foco en las funciones online e incluso posibilidad de jugar toda la aventura en cooperativo. Si estáis dispuestos a darle una oportunidad y ver más allá de su condición de imitador, encontraréis algo bueno.

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I Was A Teenage Exocolonist

Es bastante difícil resumir en pocas palabras lo que comprende I Was A Teenage Exocolonist, un simulador social con cartas al que solo se le saca todo el partido si volvemos una y otra vez para revivir diez años de vida de su protagonista (entre los 10 y los 20) tomando diferentes decisiones y explorando las casi infinitas posibilidades alternativas a la hora de establecer relaciones interpersonales y aportar nuestro granito de arena a una colonia que se está adaptando a la vida en otro planeta.

De una forma bastante ingeniosa, el juego mecaniza aspectos psicológicos como la empatía o la gestión del estrés, y nos invita a formarnos para ser un miembro más productivo de la comunidad. Así accedemos a más opciones, diálogos o romances, además de encauzarnos hacia alguno de sus muchos finales (casi una treintena) antes de reencarnarnos y empezar con recuerdos que permitan anticiparnos a eventos ya conocidos y cambiar tanto el rumbo de nuestra vida como del resto de la colonia.

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OlliOlli World

A principios de año, la saga de skateboarding OlliOlli se pasó de las dos dimensiones puras a las 2.5D para aumentar el nivel de detalle y las rutas viables en cada nivel, renovando con éxito la fórmula tras dos entregas. Haciendo honor a la tradición de los juegos con World en el título, esta tercera estrenó un mapamundi con varias regiones y dioses del skate a los que impresionar, aunque su mayor reclamo siguió en su adictiva jugabilidad y la gran cantidad de pistas y técnicas para desbloquear.

Porque llegar al final sin dejarse los dientes en una barandilla puede sonar como un logro al principio —si bien los puntos de control aumentan bastante su accesibilidad respecto a los anteriores juegos—, pero OlliOlli World pronto invita a entrar en el llamado flow para ejecutar y encadenar técnicas más complicadas, completar objetivos opcionales para desbloquear más opciones de personalización y mejorar nuestras puntuaciones para sacar pecho en las clasificaciones online. Una delicia con manejo preciso, estética muy colorida y una rejugabilidad casi ilimitada.

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Stray

Aquí está, el juego del gato. Ganador del premio a mejor indie en los recientes The Game Awards, e incluso nominado a mejor juego global a pesar de que la decisión trajo cierta cola —no solo la del gato—. Ya antes de su lanzamiento, Stray se viralizó y se convirtió en uno de los títulos más comentados, pero su llegada lo ratificó como una propuesta cuidada e interesante no solo por su protagonista (aunque este definiese la jugabilidad y la perspectiva desde la que experimentamos el mundo).

Stray ofrece una mirada alternativa a un mundo ciberpunk, donde hay lugar tanto para la belleza de los neones y la melancolía por la ausencia de humanos como para el plataformeo vertical, la ocasional resolución de puzles e incluso persecuciones a vida o muerte. Es breve y lineal, pero sabe aprovechar su tiempo y su espacio; ofrecer introspección y momentos para tocar la fibra sensible sin por ello limitarse a ser un walking simulator en el que caminar a cuatro patas de escena en escena.

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Teenage Mutant Ninja Turtles: Shredder’s Revenge

Y del gato pasamos a las tortugas, aunque para estas sobran las presentaciones después de décadas apareciendo en series, películas, cómics o, cómo no, videojuegos. Algunos de gran calidad, especialmente aquellos firmados por Konami durante los noventa, capaces de erigirse entre los mejores nombres del género beat ‘em up a pesar de la tendencia de los productos licenciados desde otros medios a no siempre mostrar su mejor cara en el nuestro. Ahora, Tribute Games toma el relevo de la compañía japonesa, y lo hace respetando esa tradición de grandes adaptaciones.

Shredder’s Revenge es, en esencia, el juego con el que cualquier fan podía soñar al revisitar entregas como Turtles in Time. Una puesta a punto gráfica y jugable que a pesar de ello no peca de anticuada gracias al exquisito pixel art, la subida hasta siete personajes (con algunas diferencias mecánicas y no solo estéticas), gran variedad entre niveles, una amplia selección de jefes que no deja ninguna opción obvia en el tintero e incluso multijugador que permite hasta seis jugadores y crossplay online.

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As Dusk Falls

¿Sabéis qué juego tiene también multijugador aunque sobre el papel suene como el candidato más improbable para incorporarlo? Exacto, a As Dusk Falls. Una aventura narrativa de tinte serial y personajes pintados sobre actores de carne y hueso donde ni siquiera tenemos control directo sobre la acción y resolvemos todas las situaciones interactivas a través de Quick Time Events o una interfaz con toma de decisiones. Y es justo ahí donde aparece el multijugador, porque el juego permite que hasta ocho personas participen y voten para elegir el curso de la historia.

Esta no es quizá la más original del mundo, pero se adecúa bien al formato, tratando un atraco frustrado con rehenes que cruza la vida de dos familias, plantea algunos giros inesperados y recurre a ocasionales flashbacks para ahondar en el pasado de sus personajes. La posibilidad de volver atrás y retomar los eventos desde las ramificaciones para explorar otras alternativas sin tener que empezar desde el principio también contribuye a su accesibilidad y “rejugabilidad”, aunque el último sea un término a usar con cierta ligereza en esta clase de propuesta.

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Cult of the Lamb

A ver cómo suena esto. Imagina un juego donde puedes plantar y recoger cosechas, pescar en un río y adentrarte en mazmorras procedurales para hacerte con recursos, antes de regresar a la aldea donde vives rodeado de animales adorables. Ahora imagina, también, que sirves a un dios malvado, que tienes completamente adoctrinada a la aldea y que puedes asesinar en rituales a cualquiera de tus vecinos. Para conseguir puntos de experiencia para el resto o simplemente para mandar un mensaje: aquí mandas tú, aunque seas un corderito con ojos saltones.

Esa es la hilarante premisa de Cult of the Lamb, cóctel de gestión y roguelike que compatibiliza esas incursiones mazmorreras con combate, donde podemos encontrar nuevos sectarios y derrotar a otros dioses con vistas a resucitar el que nos brinda poderes desde su encierro; con la rutina diaria de un culto, donde debemos mirar de satisfacer sus necesidades básicas, pero también mantener sometidos a aquellos cuya lealtad empiece a flojear y puedan ser propensos a revolucionarse. Si es el caso, recuerda: un buen castigo a tiempo te evitará problemas mayores a la larga.

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Signalis

Hace poco destacamos Signalis como un título ideal para pasarlo mal en el espacio, y con buenas razones. No solo es un Survival Horror de pura cepa, que recupera desde la necesidad de consultar el mapa hasta el inventario limitado que nos hace maldecir cada vez que encontramos un objeto clave o munición de escopeta y no tenemos espacio —haciéndonos sopesar si volver a un baúl o consumir alguna curación para hacer sitio—, también es un juego cargado de incertidumbre y ansiedad existencial.

Ambientado en una colonia espacial minera fuera de control, el mayor desafío no siempre es hacer frente a los enemigos que merodean sus pasillos, o a los puzles tan crípticos que el Resident Evil actual ya nunca se atrevería a proponer a una audiencia más masiva. Encontrar respuestas para el galimatías que es su historia también necesita atención, reflexión y quizá alguna partida extra que desemboque en un final diferente. Signalis es un delirio minuciosamente orquestado para hacernos dudar sobre cuánto se nos escapa porque aún no lo hemos visto, o porque no está ahí.

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Tunic

Aunque para juego críptico, nada como Tunic. Este heredero extraoficial de Zelda no se limita a vestir de verde su protagonista, darle una espada y hacerle merodear praderas, bosques y mazmorras en busca de ítems. Hacer hace todo eso, y lo hace bien, tomando de paso algunas notas de Dark Souls en el medio porque, ¿por qué no? Y sin embargo, a pesar de todo eso, Tunic es uno de los juegos más interesantes del año; porque su clave no es lo que hace, sino cómo nos incita a hacerlo a nosotros.

Tal y como si la pantalla de título fuese un portal dimensional hacia los ochenta, el juego no tarda en evidenciar su intencionado anacronismo. Que los objetivos de la aventura, las utilidades de los objetos o la lógica de los puzles solo serán descubiertos por aquellos que perseveren y, más importante, coleccionen las hojas de un manual de instrucciones. A través de sus mapas, pistas e ilustraciones, a menudo acompañadas de texto en idioma inventado, podremos descifrar los misterios; pero al igual que cuando teníamos diez o menos años, ni siquiera así se nos dará todo mascado.

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Metal: Hellsinger

Cerramos con el juego más cañero de todos, una oda a los First Person Shooters y el heavy metal donde ambas cosas no van simplemente de la mano para crear una atmósfera concreta, ese infierno metalero que ya ha caracterizado a tantos otros congéneres desde los tiempos de DOOM; aquí se retroalimentan de una forma mucho más directa para convertir los tiroteos en una armonía de acción y música que aumenta su efectividad e intensidad cuando entramos en el ritmo adecuado.

Aunque tenemos libertad para movernos y disparar como en un FPS convencional, prestar atención al sonido y atacar en sincronía con la música nos reporta bonus de daño que se van multiplicando y, poco a poco, también añadiendo nuevas capas, como guitarras eléctricas y voces que se apilan sobre la simplona base instrumental inicial para recompensar al jugador con una experiencia mucho más épica. Tal cual. Es la genialidad que suena, aunque como suene dependerá de nuestra habilidad. Y de nuestra habilidad, claro, también las puntuaciones al final de cada nivel.

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Tunic

  • XBO
  • PC
  • NSW
  • PS5
  • XBS
  • PS4
  • Aventura
  • Acción

Tunic, desarrollado por Andrew Shouldice y editado por Finji para PC, Xbox One, Xbox Series, PlayStation 4, PlayStation 5 y Switch, es una aventura de acción al más puro estilo de los The Legend of Zelda clásicos protagonizada por un simpático zorro que debe resolver infinidad de puzles y enfrentarse a poderosos seres. Explora la naturaleza, descubre ruinas espeluznantes y lucha contra criaturas terribles de hace mucho tiempo.

Carátula de Tunic
8.3