Nunca fue el más hábil y nunca jugó en Primera, pero nunca necesitó más para enseñarnos lo que significa el orgullo por unos colores.
Guardiola se afanó en esta previa en jugar el papel de humilde y echar balones fuera. Ancelotti no se esforzó demasiado en regatear las preguntas sobre la presión que recae sobre los suyos.
No merece la pena hacerse cruces porque lo único importante en este deporte difuso es el talento, como el de Pedri.
El Madrid salió al Clásico vestido de cualquier manera y decidió jugarlo de cualquier manera. Lo de Ancelotti no hubo por donde cogerlo.
Es una pena que cada vez haya menos tiradores de larga distancia que aclaran el camino.
La eliminatoria contra el PSG en Chamions debe estar para el Madrid en las bandas, con Vinicius y Rodrygo.
El cierre de mercado me gusta porque propicia milagros. En ese sentido, la mayor alegría en estas últimas horas llegó con el regreso al fútbol de Eriksen.
La queja, soterrada, seguramente ventajista, de Raúl García nos representa a todos. Pero es un espejo que nos devuelve un reflejo incómodo.
Ha encontrado la felicidad en las cosas sencillas. Defensa y contragolpe.
El Bayern llega con bajas y clasificado, pero también con un fútbol precioso y arrollador.
El rayo de luz que se cuela por la ventana rota e ilumina la habitación tiene que ver con la primera alineación de Xavi y con su apuesta inequívoca por el juego de ataque.
Conte, nuevo entrenador del Tottenham: "Mi filosofía como entrenador es muy simple: jugar buen fútbol y que sea atractivo".
Donde flaquean las piernas, aparece el espíritu y el conocimiento profundo del juego. Por eso, con 34, su fútbol sigue tan vigente como en la noche del paraguas.
Koeman ha pasado de poner el pecho por los suyos a matarlos en público.
"La técnica es el pan de los ricos y la táctica el pan de los pobres", decía Carletto Mazzone. Pensé en ello durante el transcurso del Inter-Madrid.
Me emociona que este Madrid haya ofrecido 200 kilos por un futbolista que puede llegar gratis.
A Laporta le conviene airear el gran desastre que hereda, posar sobre las ruinas. No por ética sino para ganar siempre en la comparación.
En los últimos días, se han sucedido por las redes sociales mil sentencias sobre lo sucedido con la gimnasta Simone Biles y el tenista Novak Djokovic.
Lorenzo Insigne, tocándola sin desmayo, se ha convertido en alma de esta campeona de Europa contra pronóstico.
Es bueno que no haya respuestas para todo. Mucho más en el fútbol, un deporte precioso cuando las previsiones saltan por los aires.
En un fútbol que se desmorona y una vida de la que cada vez entiendo menos, animaré a los que vieron derrumbarse el mundo hace cien años.
El fútbol pequeño es un eufemismo en sí mismo. Un amasijo de ilusiones, un cementerio de futbolistas que despuntaron de chicos.
Quiero creer que me gustan los grandes partidos porque hay pocos, aunque esta idea de integridad deportiva les suena a chino a cualquiera de los semifinalistas.
Zidane dice que el equipo está al límite físicamente y aunque hasta el infierno sonaría dulce en su boca, no cuesta creerle.
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