Sonreír en las malas

Mientras rumiaba su desplome contra Sonny Liston a los dos minutos y diez segundos del combate por el título mundial de los pesados, Floyd Patterson se sinceraba con Gay Talese. "Cuando ganas todo es fácil. Cuando se conoce a un hombre de verdad es en la derrota. En la derrota soy incapaz de mirar a la gente. No tengo fuerzas para decirle a nadie que he hecho lo que he podido, que lo siento o lo que sea" He recordado esto para reivindicar que el Barcelona es un equipo fascinante incluso en el desastre. Saber cómo acabará este proyecto, si hecho un amasijo de carne en el rincón como parece o sobreviviendo, es una de las mejores preguntas por resolver que encierra la temporada.

Múnich nos dará algunas pistas para un futuro ciertamente incierto. Mientras tanto, el mundo resulta un lugar mucho más amable en las previas. La vida es un puzzle desparramado por el salón. Le faltan varias piezas y alguna está mordisqueada, pero en las previas optimistas sobre el Barcelona incluso esos rompecabezas parecen cobrar sentido. Es muy fácil si lo intentas, que diría Andrés Montes. Cuando las lees, con su estilo bullet point en plan: "Todo lo que tiene que hacer el Barça para ganar en Múnich", realmente puedes llegar a creer que los catalanes tienen el mundo a sus pies.

Neuer y Lewandowski celebran el triunfo en Dortmund.

He leído que para cepillarse al Bayern el Barça debe: ser valiente pero sin excesos, presionar alto pero sin desnudarse, mover la pelota con mimo y paciencia pero meter un par de tarascadas en el medio cuando el aluvión germano se torne insoportable, recuperar la magia a balón parado y cuando todo ese arsenal de buenos propósitos quede reducido a ceniza aferrarse a la táctica que cualquier persona con dedos de frente aprendió viendo botar la pelota a Will Smith sobre el parqué del pabellón de la Academia Bel-Air: balones a Dembélé. El Barcelona necesita ser en Múnich todo lo que ha dejado de ser.

El Bayern llega con bajas y clasificado, pero también con un fútbol precioso y arrollador. Su última victoria frente al Dortmund, en un partido cuya intensidad quemaría los fusibles de cualquier televisor de los que habitualmente emiten la Liga española, es una prueba más. ¿Qué hacer ante este panorama? Quizá arriesgar y aprender de Patterson, que sonreía cuando recibía un guantazo y seguía boxeando. "Solo para que el otro no sepa que le ha hecho daño, aunque se lo haya hecho".