El Real Madrid ha conseguido cambiar la cara de la crisis por la mirada de la ilusión en un solo movimiento. Después de sufrir el mayor escarnio de su historia reciente en dos semanas fatídicas.
Dicen que los genios son aquellos que ven la jugada antes de que ocurra: Zidane vislumbró lo que iba a pasar antes que nadie. Cristiano se iba a ir, Bale se iba a quedar, el Madrid no iba a fichar a Hazard ni a un goleador.
No creo que Ramos tuviese intención de hacer daño a Messi, aunque le cuesta medir en los contactos. Le sobró el brazo con Vidal también.
La gestión de los egos es la primera asignatura del entrenador del Real Madrid, se llame como se llame. Solari ha demostrado personalidad tomando decisiones fuertes con Bale, con Isco o con Marcelo.
Al rescate del Madrid vino el VAR europeo, tras un estrepitoso fallo de Courtois; la jerarquía de Ramos, imperial, y, sobre todo, la conexión entre Vinicius y Benzema
Más allá de forofismos y del color con el que se mire cada jugada, el vídeoarbitraje no es que no sea la panacea, es que ha convertido al fútbol en otro deporte.
Fue el Clásico de la intensidad, del duelo táctico, de la presión alta, del esfuerzo físico y de la calidad a borbotones de los dos mejores equipos del mundo.
El Madrid de Solari es el de Vinicius, Lucas, Reguilón y el estrellato de Benzema. El equipo blanco se ha puesto en velocidad de crucero.
El delantero de Camas
Este pasado fin de semana coincidió que los delanteros de cuatro de los tridentes más en forma del continente marcaron gol en sus respectivas ligas.
Puede que la previsible interinidad de Solari inviten a un ejercicio de paciencia al jugador, pero estas batallas se hacen largas y sólo hay perdedores.
No es que el Real Madrid no tenga derecho a defenderse por una injusticia flagrante como fue el penalti cometido por Rulli sobre Vinicius, faltaría más.
Uno de los grandes cambios del fútbol actual es el precio del central. Sería difícil imaginar el valor que hoy tendrían Ramos, Piqué o Godín con diez años menos.
Ese anhelo por no caer en la autocomplacencia, tan manido en los discursos presidenciales, hay que extenderlo también al capítulo de fichajes.
El Real Madrid es un coleccionista de prestigio. Más allá de la categoría del rival, el tercer Mundial de Clubes consecutivo marca una tendencia y un nuevo hito que suena a irrepetible.
Florentino siempre vio en Mourinho al entrenador que mejor supo interpretar lo que él esperaría de un técnico del Real Madrid: resultados, mano dura, cortarle las alas a Ramos...
La llegada de Solari al banquillo blanco ha supuesto una apuesta decidida por Courtois y, por lo tanto, una lateralización de Keylor Navas.
La coletilla de los premios individuales en un deporte de equipo choca de bruces con el anhelo que supone para cualquier futbolista conquistar el Balón de Oro.
En el mejor partido de la presente temporada, ante la misma Roma pero en el Santiago Bernabéu, el Real Madrid dio un recital de fútbol con un sinfín de ocasiones.
La singularidad de Isco y su manera de sentir el fútbol se diluyen en cuanto flaquea la confianza del técnico.
Ese es el nombre del recomendable documental sobre Karim, que se puede ver hace tiempo en Netflix. La K, en francés, hace un juego de palabras con el caso Benzema.
Los pitos al capitán
Todo el señorío que le faltó al Madrid para despedir a Julen Lopetegui en su lamentable comunicado le sobró al entrenador para agradecer a todos los estamentos del club y a la afición.
En ausencia de Messi, emergió la figura de Luis Suárez, liderando con su actitud, con su competitividad y, sobre todo, con sus tres goles al Barcelona a otra manita histórica.
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