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El vaivén de Isco, de estandarte de España a meritorio en el Madrid

Agravio comparativo. La singularidad de Isco y su manera de sentir el fútbol se diluyen en cuanto flaquea la confianza del técnico. Ya ocurrió con Zidane y la sensación es de que un jugador, que podría ser de época por condiciones, no consigue el respaldo necesario para creérselo. Hay entrenadores que creen a pies juntillas en él y otros, como Solari, que le exige la condición física óptima, como si ésta se consiguiese no jugando, y los méritos en el rendimiento, para ganarse dicha confianza. Sonaría lógico si fuese para todos igual. Bale, sin ir más lejos, siendo un fuera de serie, tampoco relaciona rendimiento con titularidad, pero su estatus no está en entredicho.

De estrella a jugador número 12. La defensa a ultranza de Luis Enrique, tras la victoria ante Bosnia, fue lo suficientemente explícita para saber que el nexo en común entre Lopetegui y el asturiano está en la devoción por Isco. Aún lejos de su mejor versión, participó en el gol de Ceballos en Croacia y se inventó una genialidad en Gran Canaria, que dio origen al tanto de Brais Méndez. En Eibar comprobaremos si es "víctima" del virus FIFA o si forma parte de la solución. Ese tránsito de bandera del equipo nacional a supuesto titular en el nuevo Madrid no deja de presentarse como uno de esas tantas paradojas del fútbol.

Las piedras de Asensio. El mallorquín se equivocó en la forma de intentar escurrir el bulto con aquello de tirar del carro porque al futbolista del Real Madrid se le supone jerarquía, ambición y categoría para no esconderse detrás de otros cuando caen chuzos de punta. Sin embargo, en el fondo, no le falta razón. Los escalones, en cualquier empresa y también en un club, son salariales. En el incalificable comunicado del despido de Lopetegui se hablaba de sacar rendimiento a una plantilla con ocho candidatos al Balón de Oro: Courtois, Marcelo, Benzema, Bale, Modric, Ramos, Isco y Varane. El carro empieza por ellos y los que vengan por detrás, que empujen.

Las manitas de Courtois. Las goleadas que sufren los porteros suelen ser accidentales y no necesariamente culpa de ellos. Ni contra el Barça ni contra Suiza se le puede poner al belga la vitola de responsable. Por muy bueno que sea el belga, que lo es, Keylor ha ganado demasiado en el Madrid como para no transitar en el corazón de los madridistas y la apuesta presidencial tampoco le ayuda. Keylor entrena como un animal, no va con su selección y lo pondrá difícil. Ahora le toca a Courtois demostrar que la camiseta no le pesa demasiado.