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El villano perfecto

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Durante bastante tiempo, los villanos tuvieron un papel secundario en Hollywood. Su única función era idear la forma más rocambolesca posible de matar al héroe. Pero de un tiempo a esta parte los malos han ganado relevancia con secuelas y películas propias. Los directores saben que resulta atractivo conocer la historia de la némesis del héroe, excavar en sus traumas infantiles y humanizar sus parcelas más oscuras. Porque los villanos son necesarios en el cine y en la vida. Y, por supuesto, también en el fútbol, un deporte que genera héroes genuinos, así como villanos indudables.

El villano de LaLiga es José Bordalás. Al entrenador del Getafe le acompaña hasta la estética con ese pelo impecablemente acomodado, su barba perfilada, sus gafas de pasta y sus trajes a medida. Para muchos aficionados, Bordalás es la representación exacta del antifútbol. Todos lo conocemos en la competición, dijo hace unos días Iñaki Williams. Y Bordalás, consciente de su trascendencia tras su expulsión y su enganche con el jugador, aseguró en rueda de prensa que “¡Esto es fútbol, papá!”. La frase del villano perfecto. El guion inmaculado del antihéroe.

Es evidente que muchos equipos practican un fútbol mucho más florido que el Getafe. Y es evidente que no es una cuestión de humildad, porque hay equipos modestos que tiran de casta de otro modo, con menos faltas e interrupciones. El ejemplo más gráfico esta temporada es el Girona. Pero también es cierto que los partidos que enfrentan a equipos de LaLiga tienden a estar cargados de histrionismo y continuas pérdidas de tiempo, sin la brillantez redentora de las grandes jugadas. No es un mal que aceche solo al Getafe, aunque Bordalás lo eleve a su máxima expresión. Es un defecto crónico de la competición permitido y acuciado por jugadores, técnicos, árbitros y también por nosotros, los aficionados.

Todos hemos jaleado desde las gradas a algún recogepelotas tardón o algún tirón muscular ficticio con el marcador a favor y pocos minutos restantes de juego. Las pérdidas de tiempo molestan mucho más cuando tu equipo va perdiendo que cuando va ganando. Aunque nos cueste reconocerlo, todos llevamos un pequeño Bordalás dentro porque suyo es el fundamento genético de esta competición.