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Los Balones de Oro comienzan a ser como las listas de los mejores álbumes del año, un lugar que, salvo en casos incontestables, sólo sirven para polemizar, entretenerse y perder el tiempo opinando.

Este año, ha habido una gran unanimidad para señalar que el galardón no lo merecía Messi, excepto por quienes tenían derecho a voto, claro. La cuestión es que los motivos para apoyar a un jugador o a otro nunca son exclusivamente deportivos. Lo vemos en la reacción de Casillas (y en el recuerdo de a quién votó en 2012) y, por otro lado, en las declaraciones de Sergio Ramos apoyando a Messi por razones de solidaridad grupal. Personalmente, este año hubiese apostado por Busquets y Salah. Es más, aunque no va a suceder creo que eliminaría el Balón de Oro.

Qué es ser el mejor jugador? ¿En qué consiste jugar bien? Messi tiene una visión privilegiada para el fútbol, pero no siempre ha sabido tirar de su equipo. CR7 no tiene esa mirada, pero su voracidad es increíble y eso ha dado muchos títulos. Los famosos galácticos dejaron de serlo cuando se fue Makélélé. Los dieciocho partidos que jugó Davids en el Barcelona lanzaron a Xavi al Olimpo, y la estela mágica de Messi se desvaneció cuando Xavi e Iniesta faltaron. Roberto Carlos hacía jugar al Real Madrid con uno más. Los guardametas que marcan el estado anímico de un equipo quedan fuera así como los que juegan en equipos menores. No queda claro qué parámetros se siguen. ¿Se premian los títulos, los goles, los balones cortados, las asistencias?

Cuando Cary Grant recibió el Oscar Honorífico en 1970, en su discurso de agradecimiento no sólo recordó a sus directores sino también a los guionistas. Es un arte colaborativo, afirmó. Y si hablamos de deportes individuales, sin duda, el héroe del año está en el tenis, se llama Djokovic y no sólo ha brillado en la pista, sino que ha sido casi la única estrella masculina de su deporte que ha levantado la voz por la desaparición de la tenista china Peng Shuai. Eso no es un balón, son pelotas —con perdón— de oro.