La plata de doble filo

Los Juegos Olímpicos se han cobrado la segunda víctima en los banquillos españoles. Tras la convulsa salida de Lucas Mondelo del baloncesto, cuando la competición de Tokio 2020 ni siquiera se había clausurado, ha llegado el turno de otro seleccionador femenino, el de balonmano, Carlos Viver, 25 días después de que la llama se apagara en Japón. En ambos casos, sus contratos habían sido renovados hasta 2024 para el siguiente ciclo olímpico. No ha sido la única causa de sorpresa. La decisión sobre Viver se ha tomado tres meses antes de la celebración del Mundial en España, el otro gran reto. Los resultados de los Juegos, unidos a sus desilusionantes andaduras por sus respectivos Europeos, han diluido la firma del compromiso y el proyecto de futuro. Ninguno seguirá hasta París 2024.

Viver llegó a la Selección en febrero de 2017 con la ardua misión de relevar a Jorge Dueñas, que había sumado cuatro medallas: un bronce olímpico, un bronce mundial y dos platas europeas. A sus mandos, el equipo se había ganado el apodo de Guerreras por su tesón en la cancha, pero algunas integrantes de aquella generación ya se habían retirado o andaban en declive. El aterrizaje de Viver tenía el primer objetivo de renovar la plantilla, con dos eventos marcados: los Juegos de Tokio y el Mundial de España. Los laureles se reeditaron antes de lo previsto, con la plata en el Campeonato del Mundo de 2019, que pudo ser un oro si Alexandrina Barbosa hubiera materializado un tiro a siete segundos del final. Aquel cénit se transformó en un arma de doble filo para Viver, que se entiende bien con una frase que pronunció él mismo hace un año, el día de su renovación: “Es más difícil repetir un éxito, que lograr uno inesperado”. Siempre quedará la duda de si el nivel real de las Guerreras era aquel subcampeonato, o lo que ha venido después. El Mundial dará alguna respuesta.