El feo final de un equipo histórico
La Selección femenina de baloncesto ha tenido un feo y ruidoso final en los Juegos Olímpicos. Después de su eliminación, pero todavía con el torneo en liza, la Federación Española comunicó la destitución del técnico, Lucas Mondelo, por “la no consecución de los objetivos deportivos”. Efectivamente, no ha sido un buen año para el equipo, que cayó en cuartos de su Eurobasket de Valencia, que disputó sin su estrella Alba Torrens por un positivo de coronavirus, y de Tokio 2020, y como remate tampoco pudo conseguir el pase para la próxima Copa del Mundo. Aun así, lo primero se podría haber evitado con un tiro libre de Cristina Ouviña y lo segundo si Laura Gil hubiera transformado una fácil canasta. Dos lances deportivos, dos detalles, decantan una competición y hasta el futuro de un grupo en baloncesto. Por eso extrañó la decisión tan radical. Y también porque el presidente, Jorge Garbajosa, tenía como bandera en tiempos recientes la renovación de sus dos seleccionadores. Todo apuntaba a que había algo más. Y los últimos acontecimientos parecen confirmarlo.
Marta Xargay, retirada prematuramente, ha denunciado en El País que sufrió bulimia por las exigencias de Mondelo. Unos meses antes, Anna Cruz anunció su adiós con palabras duras contra el técnico, sin citarle: “A la familia no se le trata así”. La FEB asegura que desconocía el incidente de Xargay, pero sí sabía del “desgaste” del seleccionador y las jugadoras. Sus casos, y otros que podrían salir una vez abierta la veda, rescatan un problema clásico del deporte: dónde están los límites del entrenador y hasta dónde puede llegar para exprimir el rendimiento y para motivar al deportista. Cuando Anna Tarrés salió de la sincro se oyeron argumentos similares, pero sin ella se han esfumado los resultados. Mondelo ha conquistado siete medallas con España. Un feo final para un grupo histórico.