El susto del ciclista Alonso
Desde que trascendió la noticia de su atropello en la noche del jueves, Fernando Alonso ha recibido numerosas muestras de apoyo, entre ellas del pelotón español, de algunos de los nombres más relevantes de la reciente historia del ciclismo: Alberto Contador, Alejandro Valverde, Samuel Sánchez… Los profesionales de la bicicleta, y los practicantes de este deporte en general, se han sentido más identificados que nadie con el accidente del doble campeón del mundo de Fórmula 1, porque todos ellos han pasado por situaciones como la sufrida por el piloto. El ciclismo de carretera, como su nombre indica, implica la difícil convivencia diaria con otros vehículos. En el año 2020 fallecieron 36 ciclistas en las vías españolas, cuatro menos que en 2019, una lista trágica que hace dos decenios alcanzaba el centenar, casi a un muerto cada tres días. La mejora ha sido enorme, aunque todavía insuficiente.
Estas noticias, que aluden a tantas vidas segadas, alcanzan a veces la primera plana por el nombre mediático del afectado, como ha ocurrido ahora con Alonso, o como sucedió en su momento, con resultado fatídico, con profesionales como Antonio Martín, Ricardo Otxoa, Iñaki Lejarreta o Víctor Cabedo, pero estos sucesos son el día a día de los ciclistas. Y no sólo en España: Michele Scarponi falleció en Italia; Saúl Morales, en Argentina; Néstor Mora, en Colombia… El propio Alonso colisionó en Suiza. Se trata de un problema global. Por fortuna, el incidente del asturiano se ha quedado únicamente en un susto, en una fractura del maxilar que ni siquiera le impedirá debutar en el Mundial de Fórmula 1 en las fechas previstas. Pero el enorme simbolismo que reúne su caso, el de un amante y practicante del ciclismo que brilla en el automovilismo de élite, atropellado por un coche, debe servir de altavoz para mejorar esa convivencia cotidiana entre bicicletas y vehículos a motor. En la carretera cabemos todos. Y ante la duda, recordemos siempre que el ciclista es el más débil.