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Alonso y Sainz son el mejor homenaje a Adrián Campos

"Hoy es un día que no voy a olvidar nunca”, decía Carlos Sainz este último miércoles, 27 de enero, una fecha marcada en su carrera como la primera vez que rodó al volante de un Ferrari. No es el monoplaza con el que competirá este año, sino el de 2018, pero le ha servido para familiarizarse con su nueva casa, con su gran sueño. Sainz se ha convertido en el tercer español piloto oficial de la Scuderia, detrás del Alfonso de Portago y de Fernando Alonso, y en el sexto que ocupa el asiento si sumamos también los test, en los que participaron en algún momento Pedro Martínez de la Rosa, Marc Gené y Daniel Juncadella. Todos ellos, y muchos otros, han escrito, en mayor o menor medida, la historia del automovilismo español. Son los ladrillos que van levantando un edificio que alberga destellos como los dos títulos mundiales de Alonso, inolvidables, o el desembarco de Sainz en el coche más mítico de la parrilla, la bala roja. Es la misma historia gloriosa que también ayudó a escribir Adrián Campos, una figura clave en los deportes del motor, fallecido a los 60 años. Demasiado pronto.

Campos integró la F1 en 1987 y en 1988, tiempos de secano, en los que sumó 21 grandes premios, es el séptimo español en participaciones, pero su influjo transciende su paso por el gran circo. Las sentidas palabras que le dedicó Alonso sirven para entender su influencia: “Gracias por creer en los jóvenes”. Y Fernando conoce bien de lo que habla, porque tuvo a Adrián como mentor y como representante. El Campos Racing fue un trampolín. Por eso, en señal de reconocimiento, el mejor homenaje que puede recibir Adrián Campos es que España tenga dos pilotos en la Fórmula 1 en el presente curso. Uno de ellos, Alonso, su Alonso, a bordo de un Renault, su Renault bicampeón. Y otro, Sainz, en un Ferrari de leyenda. Él también puso esos cimientos. Descanse en paz.