Un concierto infumable

El tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena se cerró, como siempre, con la Marcha Radetzky de Johann Strauss padre, pero sin las palmas acompasadas porque no había nadie en la platea. Cuando terminó, sonaron unos aplausos virtuales y en un mosaico aparecieron los rostros de espectadores que lo veían desde sus casas. Fue hermoso, pero postizo. El público, la gente, es lo que hacía que más allá de la música el concierto emocionara. En el fútbol nos hemos acostumbrado ya a que no haya aficionados en los estadios y a veces incluso lo olvidamos, empeñados en continuar con un negocio y lo que llamaron nueva normalidad que de normal no tiene nada. Juegan once contra once, sí. Hay una pelota, sí. Hay un árbitro y unos auxiliares, pero el fútbol, tal y como lo conocíamos, se esfumó con la pandemia.

Intenten imaginar qué hubiera pasado, por ejemplo, si después de la humillación histórica del 2-8 en Lisboa, el Barça hubiera vuelto a jugar en un Camp Nou con público. Para empezar, dudo que Bartomeu hubiera aguantado como presidente argumentando que la crisis era deportiva y no institucional hasta el pasado 28 de octubre. Se habría armado la marimorena. Y Messi habría escuchado probablemente pitos después de enviar un burofax en verano con el que pretendía largarse gratis del club de sus amores. Resulta también difícil creer que ante la Juve o en el último partido del año ante el Eibar, el equipo se hubiera dejado ir con un estadio lleno o que Griezmann se salvara de una bronca de aúpa por su nulo rendimiento. El coronavirus nos ha birlado el fútbol y ahora nos apañamos con este potingue mientras seguimos empeñándonos en que aquí no pasa nada.

El Barça se está desintegrando ante nuestros ojos mientras comemos panchitos en el sofá y lo más emocionante que les ha pasado a los culés es que un precandidato haya colocado una lona enorme frente a un Bernabéu en obras. El concierto es infumable, la orquesta desafina y por no haber, no hay ni director de orquesta hasta el 24 de enero. Pero aquí seguimos, dando palmas sin ton ni son.

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