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Anil Murthy, el presidente al que nadie quiere en Valencia

Anil Murthy tiene el don de dejar un pasto de llamas allá por donde pasa. Desde que Peter Lim le fue dando más responsabilidades en el club de Mestalla, los incendios no cesan en el Valencia. El último, el raje en Instagram de Geoffrey Kondogbia, quien se siente engañado por el presidente. El francés no está solo por su descontento dentro del vestuario ni tan siquiera es el único que lo ha dicho públicamente. Solo hay que coger la hemeroteca de las ruedas de prensa de Javi Gracia en septiembre para escuchar de su boca: “Estoy decepcionado”.

El Valencia llega a la sexta jornada de Liga tras cerrarse un mercado en el que no ha hecho ni un solo fichaje (pese a que la plantilla se ha debilitado con la marcha de ocho futbolistas). Para más inri el domingo se enfrentará al Villarreal de Dani Parejo y Francis Coquelin. A 16 de octubre el Valencia tiene a un entrenador que ha pedido irse y a un capitán que ha rajado sin miramientos del presidente. Fuera de Paterna, tiene a una afición que es un clamor contra Lim. Así, la frase que se repite por Valencia últimamente: “Nos quedan 36 puntos para salvarnos”.

Las reacciones de Javi Gracia y también la de Kondogbia dejan que desear por la forma y seguramente en otro contexto habrían recibido el reproche del valencianismo. Pero que Gracia quisiera irse y Kondogbia se subleve como lo hizo son un efecto de la causa: la gestión de Anil Murthy, una persona que puso Lim en Valencia porque le dijo que en seis meses hablaría castellano, que como currículum tampoco es mucho, pero que por sus actos evidencia que no ha entendido en tres años ni una palabra de lo que es el Valencia.

Mateu Alemany, en el día de su adiós como director general del club, comentó: “Le dije a Lim qué si yo hubiera podido hablar contigo cada día, habría sido más positivo”. Murthy, por deseo de Lim, ha ejercido de filtro de la información que en los últimos tiempos ha llegado a Singapur del día a día del Valencia. Ahí radica uno de los males del Valencia de Lim. Así como Murthy remarcó que los entrenadores que quisieran ejercer su profesión en el Valencia debían de ser “funcionarios”; el presidente es un prototipo de empleado vasallo del dueño. El presidente es una pared de un frontón en el que solo juega uno y ese es Lim, a quien no se le debate y al que no se le propone nada que pueda molestarle. Por ello Murthy no es un interlocutor válido para el resto de jugadores que deberían estar en partida para el buen funcionamiento de la entidad. Por eso dimitió Prandelli, se enturbió la relación con Marcelino y ha querido irse Gracia.

Murthy se ha atrincherado en su sambenito de “falsos aficionados” y califica de “fakes news” cuantas informaciones no son de su agrado. Sus explicaciones a los valencianistas se limitan a editoriales en la web y comunicados con forma de noticia que se publican en un portal en inglés subvencionado por el club llamado ‘Batzine’, desde el que recientemente se criticó sin venir a cuento a Parejo y desde el que se informa de lo que quiere escuchar el dueño. Obviamente ni un artículo de las manifestaciones que se han organizado en los últimos meses en Valencia ni de las críticas de mitos como Kempes (“Meriton no sabe ni quién era Españeta… no les importa nada”, comentó el Matador en el Programa Línea de Fons de À Punt).

Murthy ha mandado callar a Mestalla, ha protagonizado desencuentros por temas solidarios con leyendas del valencianismo como Santiago Cañizares; redujo el aforo del palco de autoridades, alejándose así aún más de la sociedad valenciana, de los expresidentes y de muchos exfutbolistas que han solicitado en alguna ocasión asistir a un partido; echó a la Agrupació de Penyes del Valencia de la sede que el club le cedía en los bajos de Mestalla desde hacía 25 años; y en la Generalitat Valenciana y en el Ayuntamiento se han cansado de sus excusas y patadas hacia delante en el nuevo estadio.

A Murthy se le ha montado en rebeldía en varias ocasiones uno de los vestuarios más dóciles que ha tenido el Valencia en el Siglo XXI. Se le rebelaron cuando el despido de Marcelino, hasta el punto de que Celades, en su segundo partido, tuvo que comparecer solo en la sala de prensa de Stamford Bridge por la negativa de los jugadores a cumplir con el protocolo UEFA hasta que les diera explicaciones el presidente; discutió con los capitanes por sus pretensiones a la hora de negociar una rebaja salarial por la pandemia y encendió al vestuario en los primeros días de Gracia por su propuesta de abonar la nómina de julio con pagarés avalados por ellos mismos.

Murthy permitió que César Sánchez se quemara a lo bonzo, cuando por la mañana este dijo al vestuario que seguiría Celades y por la tarde lo despidió; ha dejado al borde del abismo al único valenciano del Consejo de Administración, José Luis Zaragosí, que días antes del cierre de mercado salió en defensa del proyecto afirmando que “sin ninguna duda” llegarían refuerzos y ya saben que no. Dejó esperando a Borja Mayoral, a Pepe Reina, al Watford por Capoué, a la Juventus por Rugani; a infinidad de agentes que le ofrecieron jugadores… Se llevó reproches de Garay, de Rodrigo cuando se fue al Leeds y de Parejo cuando firmó por el Villarreal.

Murthy, cuyo único vinculo con el fútbol hasta que llegó a Mestalla era que su hermano le instó de pequeño a ser aficionado del West Ham, ha cometido el pecado de pensar que quizás le sería fácil lo que es tan difícil, como es gestionar un club de fútbol. La credibilidad del dirigente es una regla no escrita tan importante como el fuera de juego o las dimensiones del terreno de juego y a Murthy hace tiempo que nadie le cree de puertas hacia dentro del vestuario. Tampoco fuera. Él se ha empeñado en que así sea. La mañana del día del cierre del mercado repitió por enésima vez que llegarían “uno o dos refuerzos” y, sin embargo, al poco rato, se marchó al restaurante de un hotel próximo a oficinas, donde alargó hasta la noche la sobremesa, consciente como era desde mucho antes que Lim no haría ningún fichaje.

Desde hace poco más de un mes, a Murthy le acompaña por oficinas y por Paterna (además de un guardaespaldas) la última incorporación de Meriton Holdings a la cúpula del club: Joey Lim. El modus operanri de su desembarco recuerda al del propio Murthy allá por octubre de 2016, cuando se decía que llegaba a Valencia para controlar la comunicación del club y acabó tomando el relevo de Layhoon Chan. Hace tiempo que se piensa por Mestalla que Murthy está ‘amortizado’ para Lim. Pero así como lo de Gracia o Kondogbia es el efecto de una causa; lo de Murthy es a su vez efecto de otra: el desapego que evidencia Lim hacia el Valencia.