Peter Lim petrifica al Valencia
El mercado de fichajes ha evidenciado el pasotismo del dueño y la incompetencia de sus emisarios en Valencia, que se pasaron la última tarde de sobremesa en un restaurante.
Hace unos años, en concreto en mayo de 2016, una expedición del Valencia viajó a Singapur para promocionar el club en el país de Peter Lim y asistir a diferentes actos vinculados a su figura, como una entrega de becas de la Fundación Olímpica. Fue la primavera en la que el dueño decidió darle galones de entrenador a Pako Ayestarán, que era uno de los integrantes de la expedición junto a la presidenta Layhoon Chan, el director deportivo García Pitarch y los jugadores Santi Mina, Matt Ryan, Javi Fuego, Jaume Domenech y Paco Alcácer.
La estancia en Singapur coincidió con el cumpleaños de Peter Lim, que por tal motivo organizó una cena con sus visitantes llegados de España y sus amistades locales. En total unas 50 personas en mesas redondas como si fuera una boda. Lim tenía en su círculo más cercano al Príncipe de Johor, propietario de un club de fútbol en Malasia, donde llegó a jugar Pablo Aimar. Durante un momento de la velada, el Príncipe puso un vídeo en su móvil de un partido de los suyos y presumía del ambiente que se vivía en su coqueto estadio.
Pero el Príncipe no tuvo más remedio que darle al pause del vídeo cuando le recordaron que los cinco futbolistas que estaban en la mesa de al lado jugaban en la misma liga que Messi y Cristiano. El teléfono del Príncipe acabó directamente en su bolsillo cuando otro compañero de mesa le puso un vídeo del ambiente que se vive en Mestalla en un día de partido. Peter Lim presumía así con los suyos de lo que era el Valencia. Lim tenía algo que ninguno de sus invitados poseía, a pesar de que alguno era más acaudalado que él: un club de fútbol en la vieja Europa, un continente cuyo estilo de vida es anhelado por las personas pudientes de Singapur.
Cuatro años después, Peter Lim ni tan siquiera ha sido capaz de coger el teléfono cualquier día del verano para darle la bienvenida a Javi Gracia. El dueño, además, limita sus interlocuciones con sus emisarios en Valencia a través de mensajes de texto. Peter Lim da síntomas de haberse cansado del Valencia como ya lo hiciera antes su hija de las tiendas y discotecas de la ciudad. Nada queda del Peter Lim que aterrizó en Manises con Guedes bajo el brazo, un fichaje por 40 millones que negoció en persona con el PSG, y menos del Peter Lim que festejó con los aficionados en Almería y después en Mónaco la clasificación para la Champions allá por 2015. Así, en los últimos tiempos, Peter Lim prefirió irse a cenar en Sevilla con David Beckham en lugar de celebrar con sus jugadores, aunque solo fuera a la fiesta en un hotel para felicitarles, el título de Copa conquistado contra el Barcelona.
El lunes se cerró el mercado de fichajes sin que el Valencia haya realizado un solo refuerzo, incumpliendo así el compromiso adquirido con Gracia cuando se negoció su fichaje. Anil Murthy no le ocultó que el club necesitaba hacer ventas, pero sí le prometió que la propiedad invertiría en reforzar el equipo aunque sin excesos. El argumento que se repetía día tras día desde el club era que la pandemia dejará secuelas económicas en todos los clubes de fútbol y que Lim estaba en modo de amarrar velas. Todo ello lo entendía Gracia, al que le habían dicho que con la salida de Parejo se ahorraban 14 millones en dos años, que Ferran no quiso renovar y con su venta se equilibraba el presupuesto del curso anterior, que urgía el dinero de Rodrigo, etc, etc, etc. Pero, a su vez, siempre le transmitán el mensaje de que llegarían refuerzos aunque fuera más tarde que pronto.
Juventus, Watford, Capoue...
El despropósito del Valencia durante el mercado ha sido patente tanto en el fondo como en las formas. La descomposición del club está tomando el camino del Titánic. Lim no solo se ha alejado de su inversión sino que la ha dejado en manos de gente cuyo comportamiento sorprende en cada palco por el que pasan y al que no dan crédito los representantes y clubes con los que se ha negociado. Así, la Juventus de Turín se pasó tres días esperando una respuesta a su última propuesta para la cesión de Rugani que nunca llegó, de ahí su salida rumbo a Rennes; y el Watford se quedó hasta última hora del lunes sin tener noticias del Valencia a pesar de que Etienne Capoue les había transmitido internamente su voluntad de recalar en Mestalla.
Precisamente la operación Capoue fue la gota que colmó la paciencia de Gracia. El entrenador se involucró personalmente en la operación hasta quemarse. Gracia le dejó el fichaje botando a Murthy. Pero este, en lugar de convencer de la necesidad a Lim y rematarlo, cogió el balón y se lo llevó a su casa. Ahí dejó de creer Gracia en las palabras del presidente, un entrenador que quizás también pecó por obcecarse en el centrocampista del Watford, pero que veía también que el trabajo de la secretaría técnica era enviado diariamente al cajón por el presidente antes de la hora del almuerzo. El fondo siempre era el mismo, no hay dinero para fichajes; las formas, una constante falta de respeto a los profesionales del club.
La excusa de la falta de disponibilidad económica se debe poner también en cuarentena por las condiciones en las que le habría salido el fichaje de Jorge Meré. Al Valencia, a sabiendas desde febrero que le urgía reforzar la defensa tras la lesión de Ezequiel Garay, se le presentó la opción de reforzarse con el central del Colonia, un futbolista que tenía el visto bueno de Gracia, que veía como se quedaba sin otras opciones. Meré estaba dispuesto a rebajarse más de la mitad de su salario (sentía que en el Valencia se ganaría un billete para los Juegos Olímpicos de Tokio) y el Colonia, por los servicios prestados por el jugador cuando el club bajó a Segunda, le permitía salir cedido sin coste alguno y sin opción de compra obligatoria. Al contrario, se incluía una opción de compra a voluntad del Valencia por 2,5 millones. Pero Anil Murthy, que se pasó la última tarde mercado de sobremesa en el restaurante de un hotel, no respondió ni con un “sí” ni con un “no” a tal propuesta.
“Yo soy Peter Lim”, dijo en su día la presidenta Layhoon Chan para explicar que no hacía falta que el dueño estuviera en Valencia para la gestión del club. Por esa regla de tres, Anil Murthy, aunque sea un soldado raso en comparación con el rol que tiene Layhoon Chan en el entramado empresarial de Lim, es en Valencia el brazo ejecutor del amo. Y es solo eso, brazo ejecutor, porque la cultura singapurense parece que impide proponerle o exponerle al dueño otros puntos de vista. Hay que recordar que el propio Mateu Alemany confesó en la rueda de prensa de su adiós del Valencia que él solo interactuaba con el dueño cuando se reunía con él en Singapur o este viajaba a España. Pero en el día a día, todo pasaba por el filtro de Murthy, que era el único que hablaba directamente con Lim. La mayoría de las veces, recordemos, por simples mensajes de texto. Así se gestiona el Valencia, un sociedad que el curso pasado tenía cerca de 200 millones de presupuesto.
El clavo ardiendo de Gracia corre peligro
El valencianismo tenía esta temporada un clavo ardiendo al que agarrarse llamado Javi Gracia y puede perderlo a las primeras de cambio. Todo ello con un vestuario a uñas con el presidente. Los jugadores sienten que les mintió a la cara cuando les dijo inicialmente que no deberían rebajarse el sueldo y luego fue que sí; además a la vuelta de las vacaciones les propuso una fórmula de pago en pagarés que deberían avalar ellos mismos si los querían cobrar por anticipado, lo que generó el primer incendio de la era Gracia. El vestuario, además, siente desde febrero (desde la lesión de Garay) que el club no ha hecho nada por reforzar el equipo y ven que tras arrebatarles a Marcelino, también van a destrozar la fe que tienen en Gracia. Del Valencia se han ido con respecto a la pantilla de la temporada pasada Parejo, Coquelin, Rodrigo, Ferran, Piccini, Garay, Jaume Costa y Piccini. 60 millones en ingresos más 20 en variables. Ni un solo refuerzo.
Lim ha perdido de vista la razón que da grandeza a un club como el Valencia: el sentimiento de pertenencia. La crisis social que rodea a la entidad no tiene precedentes en sus 101 años de historia y solo se contiene porque Mestalla llora a puerta cerrada. Mientras, en términos económicos, Lim actúa con una mentalidad bursátil que no se ajusta a la filosofía del fútbol y de un club como el Valencia, cuya propia estructura y sus gastos ordinarios implican que su viabilidad económica va ligada al cumplimiento de una serie de éxitos deportivos. El Valencia, a diferencia de muchos otros clubes de la Liga, no puede vivir hoy solo de los derechos televisivos. Si ese es el plan económico de Lim, su club perderá el rol que tiene en el fútbol español, más aún en el europeo, y hasta su propia idiosincrasia como alternativa cada cierto tiempo al poder establecido en la Liga.
Los 5 de octubre van a ser fechas simbólicas de la etapa como presidente de Murthy, que desde la llegada de un nuevo ejecutivo de Singapur, Joey Lim, parece tener los días contados como presidente. Ese día mandó callar a la afición Mestalla en 2019 y ese día, el pasado lunes, ahondó en la depresión valencianista por su gestión en la planificación de la plantilla. Nadie en Valencia (ni en el mundo del fútbol en general) entiende que Peter Lim haya dejado tanto tiempo su sociedad más multinacional, el club de fútbol con el que vacilaba al Príncipe de Johor en la fiesta de su cumpleaños, en manos de un presidente durante cuyo mantado el Valencia pasó de ser un equipo campeón a estar hoy, año y poco después, haciendo cuentas sus aficionados sobre cuántos puntos necesitarán para no seguir los pasos del Málaga y evitar bajar a Segunda.