El endiablado asunto del Juve-Nápoles

El Calcio está metido en un lío que conviene seguir de cerca por si aquí asoma algo parecido. Hace dos domingos, el Genoa viajó a Nápoles dejando en casa dos positivos detectados. Jugó allí y al regreso fueron saliendo más casos, en un efecto dominó que alcanzó el número de 22 contagiados. El Nápoles pasó toda la semana en vilo y a finales de la misma dio tres positivos, Zielinski, Elmas y un directivo. Es fácil temer que haya más incubándolo. Según el protocolo acordado por el Gobierno y la Serie A, el Nápoles debería haber viajado a Turín a jugar contra la Juve sin los contagiados, pero las localidades sanitarias napolitanas lo han prohibido.

El asunto se emponzoña porque en las redes hierve la sospecha de que tal prohibición la habría instado el propio presidente napolitano, De Laurentiis, a fin de no visitar a la Juve sin esas dos bajas más la de Insigne, lesionado. La Serie A mantuvo el partido, la Juve compareció y se supone que el Juez de Competición fallará mañana que lo da por ganado por 3-0 a los locales por incomparecencia del rival. El Nápoles irá a los tribunales, donde previsiblemente ganará, a no ser que esas malicias sobre De Laurentiis (basadas supuestamente en presiones a la prensa local para abogar por la suspensión) se transformen en pruebas concluyentes. Difícil.

Para más liarlo, el propio Comité Técnico Científico del Gobierno que pactó el protocolo con la Serie A (jugar siempre que haya 13 negativos; sólo si hay más de 10 positivos se puede pedir aplazamiento y sólo una vez, como aquí) dice que la orden de las autoridades locales obligaba al Nápoles. En fin, una colisión entre un protocolo expeditivo pensado para sacar el campeonato a toda costa, y la realidad de los hechos, que confina al Nápoles, víctima de un contagio que le vino de Genoa y que caso de jugar podría haber trasladado a la Juve. Cualquier salida al asunto parece mala. Y encima implica a Juve y Nápoles, banderas del Norte y del Sur.

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