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Un Mundial en las piernas

Julian Alaphilippe escuchaba la Marsellesa, enfundado en el maillot arcoíris, arc-en-ciel en francés, con lágrimas en los ojos por la emoción de la victoria y por el recuerdo de su padre, Jo Alaphilippe, músico de profesión, que falleció a finales de junio. Hay pocos broches igual de bellos para una competición deportiva. Alaphilippe siempre tuvo un Mundial en las piernas, como lo han tenido otros. Unos lo ganan jóvenes, como LeMond o Sagan. Otros lo conquistan cerca de su ocaso, como Zoetemelk o Valverde. Y otros no lo visten nunca, como Kelly, Indurain o Jalabert. El Campeonato del Mundo de fondo en carretera es una carrera de difícil ejecución, en la que sólo algún privilegiado logra repetir. ¡Cómo se añora al tricampeón Óscar Freire! Alaphilippe lo tenía en las piernas y lo ha incluido a su brillante palmarés a los 28 años, una edad de plena madurez. "Es el sueño de mi vida", dijo Julian, un ciclista que la temporada pasada acarició el Tour de Francia y que ya tenía otras clásicas como la Milán-San Remo, la Flecha Valona, la Strade Bianche y San Sebastián. Un oro de ley.

Alaphilippe, de paso, recuperó el arcoíris para su país 23 años después del triunfo de Laurent Brochard. Francia nunca había recorrido un periodo tan largo de sequía. En Imola partía entre los favoritos, pero la máxima candidatura recaía en Wout van Aert, que se colgó su segunda plata de la semana tras la conquistada en la contrarreloj. También tiene un Mundial en las piernas. Y lo ganará. El bronce fue para Marc Hirschi, otro protagonista del Tour. Otro fenómeno. Los tres ciclistas del podio han destacado en la ronda francesa. De hecho, ocho de los diez primeros la han corrido. Entre ellos Alejandro Valverde, octavo con 40 años. La Selección compitió bien, pero el murciano se apaga poco a poco. No se le puede pedir más. Y España también ha dejado de ser clasicómana.