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Cuestión de urgencia

La gran diferencia entre el Real Madrid del domingo en San Sebastián y el del post-confinamiento radicó en la necesidad. En la jornada 1 -para los blancos lo era-, uno no se siente aún en una carrera por el título y se sabe con todo el tiempo del mundo para corregir. Ese ahínco derivado de la urgencia que le hizo llevarse tantos partidos parejos en la recta final no compareció en el verde donostiarra: una conjura por ganar todos los puntos en disputa sin excepción no se puede sostener durante 38 partidos. Mandó el equipo de Zidane pero el contexto no le empujó a acudir al remate con toda la pasión que imprime Ramos en sus saltos: no era cuestión de vida o muerte.

Y se entiende. Claro que se entiende. En el inicio de liga más atípico de la historia, en el que se confunden desenlaces con comienzos y se difuminan los descansos, prácticamente nadie puede competir con la máxima intensidad. Cuánto se va a tardar en alcanzarla puede ser un factor diferencial en todas las peleas que nos regala el campeonato.

Diego Martínez, en un partido de esta temporada.
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Diego Martínez, en un partido de esta temporada.

La urgencia, de hecho, sólo la hemos percibido en aquellos que salieron sobre aviso. El Betis, por ejemplo, que sabía que tenía que cambiar de piel si no quería tropezar con los mismos vicios que acompañaron a los proyectos de sus entrenadores anteriores. O el Granada, al que se ha advertido tanto de que su sueño europeo le puede penalizar en LaLiga que ha decidido afrontar el desafío de demostrar que puede con todo no concediendo ni un respiro desde el primer minuto.

Diego Martínez, un tipo que no tiene whatsapp para no perder tiempo, energía ni foco, parece el idóneo para gestionar esas resacas emocionales que la novedad europea amenaza con proporcionar. De momento le ha dado una vuelta de tuerca más a un equipo que juega ahora con un centrocampista más -Milla- y un delantero menos. Por ahora no le penaliza de cara a la portería contraria: es igual de agresivo en la búsqueda del gol y siente la necesidad de ir a por todos los partidos como si fueran finales. Tiene urgencia.