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Deporte contra racismo

El deporte es sinónimo de integración, de convivencia, de tolerancia… Basta con presenciar la Ceremonia de Inauguración de unos Juegos Olímpicos para comprobar que todas las banderas caben en un mismo recinto. Basta con repasar las alineaciones de los mejores equipos, de fútbol o baloncesto, o las inscripciones de los principales eventos individuales, de tenis, atletismo, ciclismo o golf, para observar la pluralidad del mundo. No hay ningún otro sector que refleje con tanta nitidez la diversidad del globo, con ídolos de todos los colores, de todos los tamaños, de cualquier condición… LeBron James, Leo Messi, Naomi Osaka, Eliud Kipchoge, Roger Federer, Egan Bernal, Mohamed Salah o Tyson Fury son, como tantos otros, referentes planetarios, patrimonio mundial de la humanidad. No importa la raza.

Este deporte variopinto y solidario se ha vuelto a levantar contra la injusticia tras la muerte del afroamericano George Floyd bajo la rodilla de un policía. No es la primera vez. La historia recoge la lucha de Tommie Smith, Abdul-Jabbar, Muhammad Ali, Colin Kaepernick Y también de Nelson Mandela, el dirigente que perdonó a sus carceleros, un hombre que sofocó las convulsiones de Sudáfrica con una selección de rugby que, hasta entonces, había sido un símbolo del apartheid. El deporte lo puede todo.

El ‘caso Floyd’ ya había elevado las voces de sus compatriotas de Estados Unidos, principalmente de la NBA, siempre activa contra el racismo. Y ahora se ha extendido al resto del mundo, a un Lewis Hamilton que remueve las conciencias de la Fórmula 1, a una Bundesliga que dedica los goles a todos los Floyd del universo, a otros futbolistas comprometidos como Mbappé, Vinicius, Alex Morgan o los del Liverpool en pleno... La pandemia ha frenado la competición, pero no ha apagado la solidaridad. Hay pocas atalayas como el deporte para gritar contra el racismo y la desigualdad.