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De víctima a depredador

Me gusta llamar a los mercados de fichajes ventanas, como en inglés. Me recuerda a cuando ojeaba en los diarios las tablas que se dividen en altas, bajas e interesan. Al lado del escudo del Espanyol siempre solían estar más llenas las casillas de bajas e interesan que la de altas. Y en la de altas, te convencías de que Clemente Rodríguez sería el Roberto Carlos argentino. En cambio, espiaba de soslayo, como a través de una ventana, las columnas de los ricos y veía a los jugadores que quería fichar en el Pro. La envidia me corroía. Y no era sana.

Ahora las cosas han cambiado. El Espanyol se presenta al mercado untado. Va a por primeras opciones y las ficha. Se gasta 20 kilos en un delantero que canjea partidos por goles. Y, yendo colista, se presenta ante un club en puestos Champions y le birla al central titular.

Es raro celebrar fichajes de este calibre. Estaba acostumbrado al discurso victimista basado en que cada año nos robaban a nuestras estrellas y canteranos. Pero dice el director general, Durán, que ya no seremos los tristes desgraciados hundidos por el sistema, que estamos boyantes.

¿Qué relato nos queda? Sería hipócrita vivir del discurso fatalista. Durante años vi cómo nuestros vecinos fingían vestir harapos cuando en realidad calzaban Chanel y aprendí que es igual de triste un rico ostentoso que uno acomplejado. Incluso en un país donde no se perdona tener dinero.

Me tiene intrigado cómo gestionaremos este nuevo estatus que traiciona el rumbo tradicional. Habituados a vaticinar lo peor, incluso nuestra propia desaparición, ha llegado el momento de dejar eso atrás y mirar al futuro sin olvidar. La clave estará en no perder la noción de nuestros orígenes ni del pasado más reciente. Mientras no nos desviemos, yo seré feliz de que mi club salga a morder en este disparatado negocio llamado fútbol.

Aunque nada de lo escrito aquí tendrá sentido si el equipo baja, claro.