La fortaleza de Carolina Marín

Carolina Marín no pudo completar este domingo el otro “medio objetivo” en el Masters de Indonesia, como ella misma lo había definido tras superar las semifinales, al ceder en el partido por el título ante Ratchanok Intanon, pero ese subcampeonato tiene igualmente un mérito y un simbolismo enormes para la andaluza, porque aquí se lesionó gravemente hace un año. En concreto, el día 27 se cumplirá el aniversario de aquellos desgarradores alaridos y lágrimas que anunciaban un serio contratiempo: la rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha. Por delante quedaba una larga recuperación, cuyo pronóstico dejaba prácticamente en blanco el curso 2019 y ponía en riesgo el asalto a los Juegos Olímpicos. La onubense, siempre inconformista y rebelde, sacó la misma garra que en las pistas y una semana después de la operación ya había iniciado la cuenta atrás, a la pata coja. Carolina llegó a plantearse incluso defender su título mundial en agosto, y no anduvo lejos de conseguirlo. El año culminó con tres torneos ganados, uno de ellos el Super 1000 de China. Un ejemplo.

A Carolina no le gusta perder ni a las chapas, pero con este reciente historial, hay que ver la plata de Indonesia como otro paso para fortalecer su crecimiento. Además, ha perdido con una de sus bestias negras, ante la que tiene un balance desfavorable de 4-6. Ni siquiera ese dato negativo debe suponer un motivo de preocupación. En su duelo anterior, en 2019, Marín logró el triunfo en Francia. Aquí ha sucumbido, pero en el tercer set, por 21-18. La igualdad es máxima. Ahora la andaluza tendrá que pensar que detrás de esos dos medios objetivos, sólo parcialmente conseguidos, restan otros objetivos completos, muchas más metas y titánicos desafíos, durante la presente temporada olímpica. Especialmente hay uno que brilla en el horizonte: la defensa del oro en Tokio 2020.