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Deslumbrados por los puntos de Nadal, su listeza y su inagotable derroche de orgullo, no debería quedar opacado el papel de Bautista en la ATP Cup: 5-0 en partidos, 10-0 en sets, 19 juegos cedidos. Metreveli, Roncadelli, Soeda, Coppejans y un Kyrgios que -tampoco es mucha novedad- sufrió episodios de desquiciamiento hasta irse al banquillo con un 6-1 y 6-4 han sufrido el tenis sin fisuras del número 10 del mundo. Es sabido que comienza siempre las temporadas como un tiro (el año pasado fue campeón en Doha esta misma semana liquidando a Djokovic), pero con 31 años parece haber alcanzado la madurez definitiva.

Bautista siempre estuvo para dar la cara en la Copa Davis en los tiempos duros. Como cuando tocó ir a Brasil a defender la categoría y se perdió. Sufrió reveses que marcan, como caer con el británico Cameron Norrie, el 114º del mundo, cuando por fin le tocó debutar en España después de nueve partidos fuera. O su derrota en el primer partido de la reciente final de Madrid contra Andrey Rublev. Allí sufrió el palo más duro, cuando perdió a su padre. Pero tras enterrarlo, volvió tirando de corazón y fue vital para ganar el título. “El tenis ha sido mi vía de escape”, cuenta cuando se le habla de los reveses de la vida. De la pérdida repentina de su madre y del accidente que tuvo a su padre tres años postrado hasta fallecer en noviembre. Bautista lo ha superado todo. También ha roto la losa que le pesaba cuando jugaba por España (aunque la ATP Cup no sea 'sensu stricto’ una competición por selecciones). Por fin, solo piensa en disfrutar. Ojalá le dure mucho.