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Ese argentino es uno de los nuestros

“Que yo recuerde, desde que tuve uso de razón, quise ser perico”. La frase, de una grandilocuencia arrolladora, no fue pronunciada por nadie. Tengamos el consuelo de suponer que bien pudo haber sido dicha por cualquiera de nosotros. La original es del gran Ray Liotta haciendo de Henry Hill en ‘Uno de los nuestros’. Henry siempre quiso ser un gánster, nosotros pericos.

A Pochettino, que sigue siendo uno de los nuestros, le han tocado. Ya saben lo que ocurre en estos casos, si tocan a uno de los nuestros, nos tocan a todos. En parte, nos hacemos del equipo al que van los que consideramos como nuestros, así que Pochettino nos hizo ser un poco del Southampton y nos ‘obligó’ a celebrar goles del Tottenham.

Con su despido se reabre el viejo debate. El más recurrente en nuestro tiempo. La poca paciencia que existe en el fútbol moderno con los entrenadores y la ordinaria ingratitud del cargo. A Pochettino, por ejemplo, no le valió para mantener su puesto en una entidad que ganó su última Premier en 1961, que hayamos normalizado ver al Tottenham peleando por el título de liga año tras año, tampoco le sirvió la final de Champions a la que llevó por primera vez al club en sus 137 años de historia. No le sirvió de nada mantenerse callado cuando el club no pudo fichar, no le valió ser un hombre de club y arrimar el hombro en la forma en que le tocaba.

Pochettino se fue al paro de manera injusta. El fútbol es así, dicen. Unos ya sueñan con verle de albiceleste en el Mundial de Qatar y otros de blanquiazul en Cornellà. Ambas opciones, al menos de momento, muy lejanas de la realidad.