El coherente recorrido de la Sub-21

El brillante ejercicio de España Sub21 frente a Polonia le permitió golear, alcanzar las semifinales del torneo, clasificarse para los próximos Juegos Olímpicos -no lo consiguió en Río 2016- y acreditar las cualidades que se manifestaron en el partido contra Italia, saldado, sin embargo, con una derrota por k.o. No podía ser de otra manera en un encuentro donde los jóvenes italianos se emplearon con una violencia inaudita. A la vista del resultado, en el que colaboraron errores puntuales de los defensas españoles, se trasladó una idea pesimista del equipo y su entrenador. Dos partidos después -sufrida y merecidísima victoria sobre Bélgica, goleada a Polonia-, la Selección ha encabezado su grupo con algunos cambios en la alineación, pero con los mismos argumentos

La primera cualidad ha sido la entereza para sobreponerse a la derrota con Italia y a las críticas, situación que recuerda a la que vivió España en el Mundial de 2010, donde perdió con Suiza en el primer partido, después de una actuación más que convincente. Nada resultó fácil desde entonces. Tan importante como el juego fue la capacidad para superar una situación dramática. Después de sus dos últimas victorias, España llega con el viento en las velas a las semifinales.

Fuera de los errores defensivos en el primer partido y de los cambios que se han producido en las alineaciones, donde Fabián y Ceballos han sido indiscutibles, España ha mantenido una línea coherente. El margen de posesión ha sido muy elevado (69% contra Polonia, 67% frente a Bélgica y 58% en el vietnam con Italia). La presión sobre los rivales ha sido constante, con un dinamismo y una convicción elogiables. Como suele ocurrir en estos torneos, los equipos terminan por encontrarse, con una evolución en las alineaciones. La victoria sobre los polacos se produjo sin el concurso de un delantero, con Oyarzabal como falso nueve. Fue una decisión de riesgo por parte de Luis de la Fuente. Si España no hubiera logrado su objetivo se la habría reprochado la ausencia de un delantero específico en un encuentro donde sólo valía la victoria.

La contribución ante Polonia de Marc Roca y Fornals, dos jugadores con clase, se ha interpretado en muchos sectores como la prueba de los errores de Luis de la Fuente en los dos primeros partidos. En términos generales, Roca, un elegante distribuidor que se distingue por su precisión en sus pases filtrados, es un jugador no muy diferente de Merino. Igual de zurdo, igual de alto, con recursos técnicos muy parecidos, de ritmo constante, sin cambio de velocidad, Roca probablemente tiene una idea más completa de lo que ocurre en el campo, quizá porque ha disfrutado de más tiempo como medio centro en el Espanyol que Merino -mejor en el juego aéreo, con más afición por llegar al área- en la Real Sociedad.

Hay algo de misterioso en Fornals, sometido a un escrutinio, generalmente favorable, desde sus primeros partidos en el Málaga. Regresó al Villarreal con los mejores pronósticos, pero su última temporada ha sido decepcionante. Terminó por desaparecer de las alineaciones, no se sabe si por rendimiento, dificultades de los técnicos para encontrarle una posición correcta, el estrés de un equipo que vivió con el agua al cuello toda la temporada o una tendencia a la discontinuidad del jugador. Fornals salió bendecido en la victoria sobre Polonia, pero su temporada no invitaba a un acto de fe.

La aparición de jugadores como Roca, Fornals, Núñez o Junior en el difícil escenario de la primera fase añade un dato valioso para examinar el estado del fútbol español. Más que uno o dos jugadores deslumbrantes, de talla mundial, España destaca por una elevada nota media general, especialmente entre los centrocampistas, con un déficit visible en la delantera, lo habitual en los últimos tiempos.

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