El buen gregario Landa
Mikel Landa asumió este martes funciones de gregario para Richard Carapaz, con oficio y sin reparos. No es la primera vez que le vemos aceptar este rol. Dos de sus grandes momentos como ciclista fueron trabajando para un líder. Primero, en el Giro 2015, cuando fue parado en el Astana en favor de Fabio Aru. Acabó tercero en la general. Después, en el Tour 2017, cuando fue frenado en el Sky para arropar a Chris Froome. Terminó cuarto en París. En ambas carreras tenía algo más en las piernas, pero no pudo desarrollarlo porque los galones mandan. Aquellas dos soberbias irrupciones hicieron meditar a Landa, que durante ese verano no se cortó en manifestar sus ambiciones: “Vaya donde vaya, quiero ser el líder”. En paralelo surgió una etiqueta reivindicativa en las redes, #FreeLanda, precursora del actual #Landismo.
Su destino fue el Movistar, donde el año pasado compartió una incómoda y ambigua tricefalia con Nairo Quintana y Alejandro Valverde. Mientras, a la sombra crecía Carapaz, que cerró el curso como el mejor clasificado del equipo en una grande: cuarto en el Giro. Ahora el ecuatoriano ha dado otro salto y viste la maglia rosa con aplomo a falta de cinco etapas. Ante este panorama, Landa ha vuelto a enfundarse el traje de faena sin objeciones en el Mortirolo, con buen desempeño: Nibali, neutralizado, y Roglic, distanciado. Unos minutos antes, su compañero Imanol Erviti dijo en Eurosport que era partidario de seguir con la estrategia que mejor había funcionado: la coordinación entre ambos. Landa ayudó al líder, lógico, pero convendría no quemarle del todo y mantener esa bala disponible, sin que ello suponga volver al grito de #FreeLanda.