Un Valencia con Guedes e identidad

El Valencia de Marcelino comenzó a coger forma hace dos veranos en Evian-Les-Bains. Con el lago Leman de fondo, el asturiano llenaba cada día el césped de las instalaciones francesas con decenas de tiras de colores, convirtiendo el terreno de juego en un tablero de ajedrez en el que iba colocando sus piezas. Fue ahí donde sus pupilos fueron asimilando unos automatismos de posición, presión y salida que dos años después le hacen ser aspirante a volver a estar en la próxima Champions, además de finalista de Copa y quiere serlo también de la Europa League.

En el Benito Villamarín, donde su gente acudirá por miles el próximo 25 de mayo, demostró poderío, tronío y una vez más que sabe sufrir. Guedes fue su brazo ejecutor. Pero el Valencia, además del valor de Guedes, sacó a relucir su identidad colectiva, su bloque. El Betis llegó a tener durante fases un 80 por cien de posesión de balón, sin embargo de poco le sirvió. Hasta el penalti con la boca pequeña que pitó Sánchez Martínez y la expulsión de Rodrigo, los de Setién llegaban hasta donde querían los de Marcelino, que por contra daban signos de virulencia cada vez que recuperaban y tenían metros por delante para correr y golpear. Nada es casual. De aquellas tiras en Evian, el primer gol de Guedes, un futbolista que por algo costó 40 millones.

 

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