España, de la desazón a la fiesta

¿Cómo ganarse una página en los tomos de la historia de uno de los grandes equipos de siempre en el baloncesto FIBA? Seguramente, no había más forma para conseguirlo que consumar una hazaña. Una distinta, sin podios europeos ni gloria olímpica al final del camino, pero con sabor a triunfo del pueblo. Una edificante cuestión de voluntad y trabajo. Todavía en la era dorada de la Selección, la de los hermanos Gasol y todos los demás, un grupo de jugadores, casi todos desconocidos para el gran público, asumió el riesgo de salir en una foto que podría acabar siendo la de la España que no fue a un Mundial por primera vez desde 1978: un desastre deportivo y, peor todavía, un drama en todo lo demás que podría haber puesto literalmente en jaque la viabilidad de la Federación Española.

Pero la previsión visionaria de Sergio Scariolo y el talento y el compromiso de la clase media del baloncesto español convirtieron lo que podría haber sido luto (ahí están Letonia, Croacia y Eslovenia) en un acto de reivindicación primero y una fiesta después. Una clasificación holgada y con un sabor especial. El triunfo de otro baloncesto, pero uno también de categoría. Por eso fue fácil percibir cuánto significado había, de todo lo que dijo Jorge Garbajosa en As, en eso de que se lo habían acabado pasando de maravilla en esta tan agotadora primera experiencia con las Ventanas. Así ha sido finalmente para todos porque así fue desde el principio para un grupo de 29 jugadores, 22 de ellos debutantes, que, sí, está ya en la historia del baloncesto español. Por sacarnos de un lío... y por cómo lo han hecho.

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