El Madrid convierte lo intrascendente en desastroso

No hay manera de que el Real Madrid agarre una dinámica positiva, sin sobresaltos, con la autoridad que se le supone por prestancia y jugadores. Curioso equipo: ha ganado tres Copas de Europa consecutivas, pero nunca le ha abandonado la sensación de crisis. Casi siempre se encuentra contra la pared, salvando los muebles con la competición más importante del mundo, enorgulleciendo y fastidiando a la vez, y ahí sigue, empeñado en confundir a la hinchada, que ni tan siquiera puede disfrutar del típico partido festivo, intrascendente.

De ese pelo era el choque con el CSKA. No fue así. Por irrelevante que pareciera, la contundencia de la derrota ha levantado una polvareda. Decepcionaron los jóvenes, vaguearon los veteranos, aburrió el juego, no hubo rebeldía y casi todo resultó grotesco. Nadie lo proclamó mejor que Bale, que ingresó en el segunda parte como si fuera un contratiempo. Poco después se quejó de un dolor en el tobillo que exigió cinco minutos de deliberación con los médicos. Solari podía utilizar su último cambio, Lucas Vázquez previsiblemente, pero Bale regresó al campo al trotecito, examinando su tobillo con tanta preocupación como despreocupado estaba con la pelota y lo que sucedía a su alrededor. Continuó hasta el final, pero no jugó. Algo le molestaba. Ese partidito no le interesaba.

Las cábalas de Bale pasaron casi inadvertidas, pero fueron sintomáticas del desastre general. La hinchada se cebó con Isco, cuya situación comienza a ser insostenible. Hace dos temporadas, fue un rebelde de la suplencia, un jugador que se negó a capitular frente a Zidane, que no le encontraba sitio en el 4-3-3. El equipo encabezaba la Liga y se dirigía como un tiro a la final de Cardiff, la patria de Gareth Bale. Pintaba una temporada malísima para Isco, pero su respuesta fue impresionante. Dirigió con personalidad y un gran fútbol a la famosa Unidad B que integraban James, Pepe, Morata, Asensio y Danilo, entre otros. Merecía la pena verles porque jugaban mejor que los titulares. El crédito de Isco subió tanto y tan rápido que en la final de Cardiff, contra la Juve, fue titular y Bale se sentó con los suplentes. A todo el mundo le pareció natural.

Algo ocurre con Isco, el más lastimado por la derrota con el CSKA. Buena parte de la afición le ha retirado el saludo y Solari parece que también. Se enredó con los hinchas y parece que rechazó el brazalete de capitán tras la sustitución de Marcelo. Los silbidos no le abandonaron. Jugó mal, pero su respuesta fue contraria a la de Bale: se comprometió, participó y se resistió a la catástrofe. Dio igual, su caso empeora cada vez más. Algo parecido ocurre con Keylor Navas, irreprochable durante su etapa en el Real Madrid. Mientras se dedicaba a parar mucho y bien, el club nunca dejó de buscarle un sustituto, desde De Gea a Courtois, pasando por Arrizabalaga. A falta de otras noticias, sorprendió su ausencia frente al CSKA. Lo más probable es que tampoco disfrute de oportunidades en la Copa.

Se abrieron tantas lecturas del partido que posiblemente se trató de uno de los grandes momentos de la temporada. Alarmó la ineficacia defensiva, pero más desoladora resultó la apatía general. Los tres goles del CSKA se produjeron en acciones con superioridad numérica de defensas madridistas, pero el balón se deslizaba entre los pies rusos sin ninguna oposición. Nadie hizo el menor amago de quitar la pelota a un rival. Si Bale fue sintomático por su desinterés, Kroos fue la blandura que caracterizó al equipo. Apareció bien entrado el segundo tiempo y una de sus primeras acciones fue pelear un balón dividido. Sorprendió su respuesta: retiró el pie y dejó pasar a un jugador ruso. Dijo todo de una pésima noche. Se anticipaba un partido trivial. Derivó a un desastre con consecuencias.

Lo más visto

Más noticias