Curry, Klay, un proscrito y el guion previsto

El segundo partido de las Finales nos reencontró con el guion previsto. Al contrario que en el Game 1, los Warriors fueron siempre por delante. En sensaciones y en el marcador. Lo nunca visto en esta tetralogía por el anillo. Dos mates fugaces de JaVale McGee inclinaron la balanza. A falta de Iguodala, Kerr recurrió al pívot como titular. Cumplió con nota. Supo aprovechar su capacidad para acompañar las penetraciones de los exteriores y castigar así el aro de los Cavalierss. Ha pasado de contabilizar 21 minutos ante los Pelicans y Rockets —3 en la final de Conferencia— a 24 en los dos primeros asaltos. De proscrito a hombre de peso en la final. Así son los playoffs.

McGee fue la novedad... junto a Klay Thompson. El escolta se olvidó del esguince que en la víspera apenas le permitía caminar. Lejos del 100% volvió a ser capital. En defensa y en ataque. Un ratito en el primer cuarto para apuntalar la ventaja y otro en el tercero para acudir al rescate de su equipo. Tras la reanudación, Cleveland y LeBron echaron el resto. Hasta en tres ocasiones llegaron a situarse a 5 puntos en el marcador. En todos los ataques siguientes de Golden State el encargado de responder, siempre con acierto, fue el mismo: Klay. El hijo de Mychal Thompson minó la moral de un equipo con mucho menor fondo de armario. Un potencial jugador franquicia que en Golden State ha aceptado un rol más secundario. Una degradaciónque no le impide vaciarse sobre el parqué. Dispuesto a bajar al barro y a esperar sus momentos de lucimiento personal para sacar a pasear su clase infinita.

Uno de los mejores tiradores de siempre. Podría incluso llegar a ser recordado dentro de unos años como el mejor de no ser por un compañero de equipo. Stephen Curry y él forman una sociedad que responde al nombre de Splash Brothers. Dos hermanos capaces de aniquilar desde la línea de tres puntos a cualquier enemigo como quien oye llover. Klay ejerció de bombero y Steph se puso, una vez más, el traje de prestidigitador. Un mago que te engatusa con su aparente fragilidad y su cara de no haber roto un plato, pero que cuando quieres reaccionar ya se ha cobrado tu aliento. Un talento muy especial que tiene enamorada a la grada del Oracle. Igual que no olvidaremos la antológica actuación de LeBron y el despiste de JR en el primer duelo, estas Finales también quedan ya ligadas a su exquisita combustión en el último cuarto. Sus triples imposibles (algunos de verdad lo fueron) enterraron el encomiable ejercicio de supervivencia de los Cavs. Él y Klay nos vuelven a colocar ante el guion que muchos habíamos previsto. La última ópera de los Splash Brothers  obliga a ganar sí o sí el tercero a los Cavaliers. LeBron ante su enésimo —y esperado— reto mayúsculo.

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