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Froome-Dumoulin: el duelo llega fuera de sitio

Ya está aquí la primera grande del año, el Giro de Italia, que también es la primera grande que pisa un país no europeo. La figura de Gino Bartali, que ayudó a salvar en silencio a 800 judíos y se llevó el secreto a la tumba, hermana a la ronda rosa con Israel, que acogerá las tres primeras etapas de su 101ª edición y hasta aportará un equipo de esta nacionalidad. Los equipos, por cierto, se han reducido a ocho corredores en pos de la seguridad y del espectáculo. En la salida, varios nombres propios apuntan al podio final: Tom Dumoulin, Fabio Aru, Thibaut Pinot, Esteban Chaves, Superman López, Domenico Pozzovivo… Pero sobre todo hay uno que centra el interés: Chris Froome. Cada pedalada del líder del Sky está marcada con un asterisco. Quizá no valga para nada. Su positivo aún espera resolución.

Antes de que el salbutamol se entrometiera en el camino, los aficionados al ciclismo suspiraban por una nueva rivalidad: Froome-Dumoulin. El año pasado, el británico se convirtió en el primer campeón en redondear el doblete Tour-Vuelta, desde que se celebra en ese orden, y el holandés dominó la centenaria edición del Giro. Dumoulin se eleva como el único capaz de rendir a la misma altura que Froome en la contrarreloj, sin ceder excesivo tiempo en la gran montaña. Apetecía asistir a este duelo. Y, con todo respeto al Giro, apetecía presenciarlo en el Tour de Francia, donde se corona al más grande. Pero, por encima de eso, apetecía disfrutar de esta lucha sin que un comité de disciplina pueda voltear el resultado dentro de unas fechas. Intentaremos no pensar en el asterisco. Ya veremos si lo logramos.