El divorcio final con Quique

El amor se había acabado hacía meses, pero las partes continuaban con la farsa. El viernes se escenificó el ansiado final, dando por acabada la era Quique en el Espanyol. Un desenlace que se ha prolongado en el tiempo para desazón y sufrimiento de todos, pues el matrimonio entre ambos ya era vox populi que estaba abocado al divorcio. A Quique le ha faltado mucho tacto y le ha sobrado soberbia. Siempre pensó que un club como el Espanyol debía estarle agradecido por contar con sus servicios y se equivocaba. Una falta de humildad que le ha llevado a ponerse de espaldas a la afición, harta de sus discursos vacíos de contenido y sus excusas. No en vano, no ha sabido dirigir el proyecto del Espanyol más caro de la historia, un equipo hecho a medida de sus caprichos (muy caros, por cierto) y mal supervisado.

Al Espanyol le toca desandar el camino recorrido, y eso nunca es fácil. Bajar un peldaño para coger impulso y dar dos pasos. Toca volver a la vieja fórmula que nunca debería haberse abandonado, juventud y ambición, una combinación que siempre ha dado sus dosis de éxito cuando se ha apostado por ella, pues así han llegado jóvenes talentos con ganas de comerse el césped para demostrar su calidad. Sirve ponerse en manos de un técnico que venga a reivindicarse, que vea el Espanyol como una oportunidad única e inmejorable para su carrera, como un honor y no como un favor. El divorcio entre Quique y el club deja a la luz el fracaso del proyecto, pero no queda otra que perseverar y mirar hacia delante sin miedo, con la esperanza de alcanzar los objetivos que nuestro histórica entidad merece.

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