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Luis Enrique, el malote

Reconocimientos. No tiene que ser fácil dirigir un equipo donde está Messi. ¿Qué instrucciones le das al consagrado mejor jugador del mundo? Si le dices algo puedes pasarte de listo, si no le dices nada puedes quedar como un jeta incapaz. Además tienes a Neymar, que va para estrellón aunque él y su entorno creen que ya lo es y se comporta como tal. Cuando tiras de autoridad, la pifias, te acusan de no tener mano izquierda y terminas ninguneado. Cuando no te atreves a tocar nada, te echan en cara no tener plan alternativo. El entrenador del Barça debe enfrentarse a este dilema, es complicado, pero va en el sueldo.

Liderazgo. Guardiola era el líder del Barça, Luis Enrique no. Intentó serlo, cuando nada más llegar repitió corajudo en algunas ruedas de prensa lo de “el líder de este equipo soy yo”. Debía creerlo así, pero llegó lo de Anoeta y pasó a ser un subalterno en el banquillo. Los triunfos del equipo del Tridente no devolvieron autoridad a Luis Enrique, ni la prolongación de su contrato le hizo recuperar galones. Desde entonces, Lucho adoptó un único papel, el de defensor de sus jugadores ante los medios. De lo poco que le gusta hablar en público de fútbol, odia atender a la prensa, la mayor parte la emplea en apreciar las virtudes de los futbolistas que tiene: que si estos jugadores han demostrado, que si esta plantilla está preparada, que si el grupo está unido... Entrenar al Barcelona va más allá de ese discurso barato y facilón. Se trata de tomar decisiones y explicárselas a los jugadores y, también, al público. Se trata de ser un auténtico líder, no un pasota engreído.

Maleducado. No soporta a los periodistas desde hace mucho tiempo, quizás desde que un fotógrafo le sorprendió pasando reconocimiento médico para el Barça cuando todavía era jugador del Real Madrid y el asturiano le rompió la cámara. Es cierto que se disculpó y corrió con los gastos, pero desde aquel episodio ve en el gremio a su enemigo. Para sus retos y desplantes en entrevistas y ruedas de prensa tuvo un buen maestro, Javier Clemente, otro impresentable que se pasó por el forro el cargo de seleccionador nacional para sacar toda su grosería delante de cámaras y micrófonos.

Periodistas. Tengo compañeros que han defendido en Carrusel el trabajo de Luis Enrique y le han dado méritos que otros no veíamos. Ese criterio de profesionales como Marcos López, Jordi Martí o Ramón Besa, dentro de la discrepancia normal de un programa deportivo, era escuchado y respetado. Mucho más de lo que el técnico del Barça respeta a los que se sientan en una sala de prensa a hacerle preguntas con toda la educación que merece el entrenador de un club como el Barça. Preguntas que pueden ser difíciles o comprometedoras, pero con respeto y educación. La que él no tiene.

Futuro. A pesar de todo, cuando termine su carrera de entrenador, si le apetece pasarse al lado de comentarista, el odiado gremio le acogerá sin rencores. Al tiempo.