SILENCIO, SE JUEGA

El gran reto de Zinedine Zidane

El Madrid de Zidane quiere tratar bien el balón y sus jugadores demuestran sobre el césped lo que aseguran en la zona mixta, con el nuevo entrenador son más felices. Sin embargo, esa felicidad no ha logrado evitar que los rivales se les suban a las barbas, de la misma forma que tener más posesión nunca garantizará ganar un partido. Para buscar la perfección que la historia le obliga al Real Madrid, a las ganas de hacer daño jugando el balón con cariño hay que sumarle el hambre de tenerlo siempre en tu poder, la verdadera clave de aquel Barça de Pep o de La Roja tricampeona. Más que por estética, por pura supervivencia, ya que no permitir que el otro juegue cómodo es el inicio de tu victoria.

Como las características de las estrellas blancas no incluyen en general ese hambre, solo desde la táctica se les puede ayudar a desarrollarla. Ancelotti tocó la gloria obsesionado con el equilibrio y precisamente sus peores días en el banquillo madridista se explican cuando ese pretendido equilibrio se tornó en descompensación. Rafa Benítez hizo el diagnóstico correcto, pero aplicó medidas ideológicamente opuestas a su plantilla, lo que confirma la dificultad del desafío.

Ahora entra en juego el rol de un Zidane que en rueda de prensa asume con toda naturalidad que los adversarios tengan sus momentos de dominio en cada partido. Lo peligroso es que quizá son demasiados esos momentos y en zonas muy comprometidas, unos síntomas que no suele tener un equipo que aspira a todo. Por eso, el entrenador francés tiene como gran reto dotarle a su equipo de la capacidad para recuperar balones con asiduidad y en todas las zonas del campo. Valverde se fue con cuatro goles recibidos y pensando que podían haber ganado. Lo mismo pensaría Beñat. Y nadie puede tacharles de locos o arrogantes.

Hablamos de recuperaciones que torpedeen la sensación de comodidad que por ejemplo tuvo el Athletic el sábado en el Bernabéu y varios otros rivales esta temporada. El equipo, con la BBC a la cabeza, siente el instinto de salir en estampida tras el robo, tendencia que tampoco ayuda a tener los partidos controlados aunque sí, claro está, a asestar golpes contundentes que suben al marcador. Eso se alterna con otras etapas donde los centrocampistas blancos persiguen a los rivales sin apenas opciones de incomodarles siquiera, ante la alejada mirada de defensas y atacantes.

Ahora que vuelve la Champions y empieza lo decisivo, al Real Madrid puede que no le alcance sólo con la pegada. Los equipos de su nivel tienen armas contundentes para castigar con dureza si se les permite adueñarse de la zona ancha del Bernabéu. El intercambio de golpes es muy peligroso, aunque el Madrid tenga los mejores puños de Europa. Pero hasta a Muhammad Ali le partieron la mandíbula...