¿En qué pensaban los equipos?

Cinco grandes premios después, las quejas que ya se escucharon al inicio del Mundial de Fórmula 1 se mantienen o incluso se recrudecen. Los nuevos monoplazas, que se antojaban como la panacea de esta nueva era V6 Turbo, se revelan lentos e incluso insulsos por un sonido que recuerda más al de una motosierra que al de un coche de competición. Los que somos meros observadores, profesionales o simples aficionados, podíamos intuir algo así por esa apuesta ecológica, pero lo que no termino de entender es que los pilotos y equipos se lamenten ahora, en una política de hechos consumados, cuando debieron darse cuenta mucho antes de lo que se nos venía encima… Sus ingenieros disponían de la información necesaria para haber atajado esta crisis.

En este sentido estoy de acuerdo con Jean Todt, el presidente de la FIA, cuando hacía esa misma reflexión. Las escuderías conocían desde hace años las nuevas exigencias tecnológicas, sus condicionantes y limitaciones, por tanto sus expertos dispusieron de margen sobrado para advertir de lo que podía ocurrir. En todo ese tiempo no hemos escuchado ni un solo pronóstico sobre la catástrofe que amenazaba al espectáculo y, en consecuencia, al interés de los aficionados. ¿A cuento de qué entonces protestar ahora? Si alguien la ha pifiado en este asunto han sido los equipos, incapaces de anticiparse y, sobre todo, alertar al respecto. Así que ahora pedir cambios me parece injusto, especialmente cuando uno de los implicados sí ha dado con la tecla del éxito…

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