Con la cabeza bien alta

Regresamos del Abierto de Australia con Nadal de finalista, y del Europeo de balonmano con el bronce de la Selección. Es un balance como para volver con la cabeza bien alta. En la alta competición no siempre se puede ganar. Se puede estar arriba si no siempre, sí casi siempre, y nosotros lo estamos; lo de ganar ya es otra cuestión. Porque los rivales también cuentan, y a nosotros nos puede salir un mal día. Nadal lo tuvo físicamente y lo pagó. Pero es que, además, se enfrentó al mejor Wawrinka de siempre, un jugador gordito al que teníamos marginado por la presencia de Federer, pero resulta que de un año a esta parte se ha transformado; si en 2013 se asomó a tres finales —una en Madrid—, en 2014 ya ha ganado dos.

Si Nadal es un valor seguro, la Selección de balonmano no se queda atrás. Vuelve con su undécima medalla de los grandes campeonatos. Como sucede en el tenis, donde las victorias de los torneos de Grand Slam se las reparten Nadal, Djokovic, Federer, Murray y, excepcionalmente, algún otro jugador —caso ayer de Wawrinka—, en el balonmano los campeonatos son últimamente de Francia, Dinamarca y España, mientras Croacia, Serbia, Islandia y Suecia completan los podios. Esta vez no nos ha tocado ganar, pero seguimos estando ahí, que es lo que única manera de que nos toque de nuevo ser los campeones. Decimonovena final de Grand Slam y undécima medalla del balonmano. ¡Pues no está pero que nada mal!

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