A diez puntitos...

Cayó la séptima victoria seguida del campeón. El Madrid y Mou parecen dispuestos a prolongar la pelea, aunque sólo nos enteramos en el segundo acto de la función.

Jekyll y Mr. Hyde. Cuando juega el Madrid en el Bernabéu, pocas tonterías. Ayer había 63.500 ciudadanos que desafiaron la tarde desapacible y la lluvia sirimiresca para acudir a su santuario futbolístico. Aquí está prohibido pacer comiendo pasto, tener menos de 120 pulsaciones por minuto, dejar pasar la vida sin sobresaltos... El Madrid es sonido sensurround, es montaña rusa en permanente funcionamiento, es catarata de pasiones por mucho que la clasificación quiera disuadir a los legionarios de acudir al frente de batalla. Sin embargo, en la primera parte ante el brioso Mallorca del profesor Manzano el Madrid no compareció. Fue una sombra borrosa, sin alma ni espíritu patrio. Pepe en la media confundía intenciones con razones (¡Salvad al soldado Pepe!), Kaká parecía disfrutar de un día de chupetín por parte de la empresa y en defensa la caraja colectiva permitía a los bermellones meter dos goles que volvieron a sonrojar el trabajo táctico de Valdebebas. Manzano iba camino de su manita de victorias en Chamartín (lleva tres con el Mallorca y una con el Valladolid). El público pitaba desazonado. Cristiano se desesperaba en un mar de indolencia que para un Supermán como él se convierte en kriptonita. Hasta Mateu Lahoz, un árbitro de alto riesgo por su habitual dejación de funciones, añadió guindilla a esta tortilla sin huevos al dejar de señalar un penalti de Ramos a Víctor. 1-2 y perplejidad en la plaza...

Cristiano 350. Como dice un buen amigo mío, "el Papa va de blanco y es Cristiano". Cuando en este Madrid de las intermitencias emocionales y futbolísticas se le echa encima una borrasca, el anticiclón tiene acento portugués y luce el 7 a la espalda. La cabeza imperial de Cristiano se subió al cielo de la capital para firmar el 2-2 y tocar la corneta de la remontada. Fue su gol 350 como profesional. Y ojo, más de la mitad los ha hecho con esa camiseta blanca que ama (189). Y arrancó la fiesta. En un chispazo, Modric se puso la capa de Robin (Batman es Özil) y en una de sus travesuras made in Old Trafford clavó un golazo de los que de niño sólo veíamos en los resúmenes de la Bundesliga. Cañonazo a la hoguera de Aouate y afición reconciliada. Lógico. Ese sí era su Madrid. El que saca la bayoneta a pecho descubierto y busca la línea recta como apuesta de vida. Con las piezas ordenadas de nuevo, la normalidad se apoderó de la escena para impotencia de un Mallorca que vivía de las filigranas y fogonazos de Giovani, mexicano delicatessen.

El Piponazo. En ese terreno donde la ola del tsunami se eleva diez metros y las pasiones se desbordan, se mueve como nadie Higuaín. El clavo ardiendo con botas que ayudó con su coraje a ganar la Liga de Capello en 2007. El paisano del Papa Francisco no está aún en su punto de cocción, pero ayer ayudó con su doblete a recuperar sensaciones, fe y autoestima. Y fue el que lideró el mensaje en el vestuario: "La idea es presionar al Barça. Pelearemos hasta el final". Claro que sí. Hoy el Rayito de Paco Jémez puede regar de morbo lo que queda de campeonato. Habrá batalla.

Esperanzados. Así se muestran mis amigos de Esplugas, El Prat, Iluro Mataró, Es Fortí, Porreres, Sa Pobla, Campos, Salou, Quijorna, David y su imbatible Peña Arevalense, los irreductibles del Hispanidad de Huelva (grande Lolete 'El Poeta') y los vikingos de la Resolana de Santa Bárbara de Casa. Soñar es gratis. Y verosímil.