Un lujo en un partido de castigo

Cuatro del filial, cinco de los posibles aunque muy poco probables, minutos para que Modric siga la pista buena y Özil. Lo de anoche y los antecedentes hacen pensar que el alemán no fue alineado sino condenado a jugar un partido sin sal ni emoción en el que nada tenía que ganar. Si se perseguía la penitencia, la cosa salió mal, aunque filtrase a falta de un minuto un pase de exposición que acabó en el 2-0. Un detalle de buen gusto en un partido sin sustancia ni redención. Özil es plato frío y sospecho que lo será así para siempre, aquí y en Alemania, aunque Mourinho procure reactivarlo por las malas, señalándole con los cambios, esperando que el amor propio le remolque. Arrancarle la regularidad es su gran obra inconclusa en el Madrid.

Jugadores así, que no son de todos los partidos ni de todos los minutos, no le entran por los ojos al Bernabéu. Es difícil encontrar futbolistas de este corte con carreras largas en el club. Anoche, Özil no se sintió general de aquella tropa joven y hambrienta sino un cuerpo extraño en el partido. Le faltaron ganas, iniciativa y propósito de enmienda. Y aburrido, de poco vale su pierna izquierda de seda. Se le escapó, además, una patada fea y muy a contraestilo a Devesa, que le costó la amarilla. Y le dejó en peor lugar aún el vigor final de Di María, porque este no salva ferias con un muletazo. La cuestión es que Özil no es fiable pero no hay otro mejor en su puesto en la plantilla. Y la espera por Modric, el que debe apretarle, comienza a hacerse demasiado larga.

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