De Breitner a Redondo, dos toreros

Horas antes de la final de la Champions, veteranos del Bayern se enfrentaron a una selección mundial en el viejo estadio olímpico de Múnich. Y Paul Breitner tuvo el valor torero de capitanear a los bávaros con 61 años. La temporada anterior ya había estado en el Bernabéu, en la segunda edición del Corazón Classic Match, un partido emotivo en el que Brehme y Augenthaler aprovecharon una buena causa para limpiar su nombre en un escenario al que desquiciaron. Y es que los futbolistas de ese tamaño siempre regresan al lugar del crimen, aunque sea por un ratito, aunque los kilos se hayan merendado gran parte del talento, aunque la edad y los médicos lo desaconsejen. Y arrastran al público. Donde antes hubo admiración aún queda curiosidad.

Esta vez le toca al United, equipo de glorioso presente y magnífico pasado con una larga travesía en el desierto entre ambos. Y repetirá Redondo, que firmó una de esas jugadas que jamás olvida una hinchada. Una jugada, por cierto, que no estaba en su repertorio, que jamás se le vio antes ni después, un recurso para salir de un apuro que se convirtió en pieza de museo por el adversario, por el escenario y por su trascendencia. La gran aportación de Redondo en el Madrid fue su carácter. Mejoraba cuanto más hostil era el ambiente, más duro el enemigo y más importante el partido. Se marcharía al final de aquella temporada, en decisión muy contestada. Le iría mejor al Madrid sin él que a él sin el Madrid, pero el Bernabéu le reconoce como pilar de dos Champions.

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