Una enemistad histórica por exceso de orgullo

De suceso en suceso más que de gol en gol han ido construyendo sus duelos Madrid y Bayern. No ha habido enfrentamiento que le haya dado más trabajo al Comité de Control y Disciplina de la UEFA, del cogotazo a Linemayer a nuestros días. La nariz quebrada y sangrante de Roberto Martínez; la roja que puso fin a la carrera europea de Amancio; la retirada infantil de los alemanes en un Trofeo Bernabéu; el pisotón de Juanito; los cuernos de Augenthaler al Fondo Sur del Bernabéu; los puyazos de Kahn al 'glamour' extrafutbolístico de los galácticos; el "les vamos a meter cinco a esos payasos" de Pizarro; la denuncia que le costó una suspensión a Roberto Carlos porque donde no llegó el árbitro llegaron el vídeo y el poder del Bayern; el corte de mangas de Van Bommel; el ataque de Beckenbauer a los suéteres de cachemira de Mourinho; las alusiones recientes de Hoeness al lujo de un fútbol español que burla a su Hacienda. Una larga colección de antecedentes penales.

En las últimas horas vi el 2-0 con el que el Madrid apeó a los alemanes en el 88, partido trabado y violento, pleno de patadas y desplantes. Me dejó la sensación de que el fútbol ha cambiado a mejor, en modales y en intolerancia arbitral. También que el exceso de orgullo que el Bayern ha generado de modo endógeno tiende a corregirse, aunque quienes le dirigen están en la génesis del conflicto (Hoeness, Rummenigge, Beckenbauer). Hoy se ven con las mismas exigencias y de mejor humor. Bueno para el fútbol, aunque no se fíen: nunca serán amigos.

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